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Cercados por las excavadoras

Las obras de la M-40 dejan aislado un poblado de Entrevías donde viven 400 personas

"Nos van a tener que traer la comida en elicotero...", dice Pedro Fernández Maya, un gitano de 55 años, padre de 11 hijos, vendedor ambulante. Él es una de las 400 personas que viven en el poblado de Altamira, un grupo de casuchas blancas situado en el distrito de Entrevías. La Administración les prometió hace tiempo realojarlos en pisos más habitables. Y ellos, que son gente pacífica, decidieron aguantar estoicamente. Pero ahora la situación se ha complicado: las obras de la futura autovía M-40 han dejado aislada e incomunicada la colonia.

Una sociedad filantrópica, compuesta por una marquesa, un militar y otras almas caritativas, decidió hace 3,2 años hacer una buena obra para remediar alguna de las muchas calamidades que azotaban a la España de posguerra. La aristócrata, el militar y sus amigos quisieron aliviar un poco la penuria de un grupo de gitanos y compraron a Renfe un trozo de terreno junto a lo que luego fue el vertedero de basuras de Toriles. Después la sociedad levantó unas viviendas que donó a los gitanos y así nació el poblado de Altamira.En la colonia viven prácticamente sólo dos familias: la que encabeza el Tío Curro y la de Juan Jiménez Jiménez, conocido por o Saleri. Ambos son patriarcas y son llamados con frecuencia por otros clanes de Madrid o de otras provincias para que con su autoridad emitan algún juicio o diriman algún contencioso surgido entre familias diferentes. Los dos fueron recibidos hace unos días por el subdirector general de la policía, al que expusieron los problemas de su etnia.

El Tío Saleri, de 69 años, moreno y nervudo, está desde hace 18 años en el poblado de Altamira. "Antes vivíamos de recoger chatarra, cartón y plástico en el vertedero de Toriles. Pero ahora está precintado y mis dos hijos casados, los dos solteros y yo tenemos que ir al vertedero de Arganda", dice. "Ha bajado todo mucho: la chatarra nos la pagan a ocho pesetas, y el cartón a cinco o seis el kilo", se queja.

Todos parientes

La familia del o Saleri vivió antes en la calle de Antonio López, luego en el Pozo del Huevo, y finalmente en Altamira. Este poblado ha sido tradicionalmente una isla; tanto, que todos sus pobladores están em parentados entre sí. Hay chica que se han casado con sus primos, mujeres que lo han hecho con sus tíos, etcétera.

Los vecinos constituyen una sociedad muy cerrada, pero quizá eso es lo que ha hecho que esta pequeña comunidad no esté aún contaminada por el mal de la droga o la delincuencia. "Esta gente no nos ha dado ningún problema", asegura Raúl, inspector jefe de la comisaría de Entrevías.

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El o Curro es el otro patriarca de la colonia. Hace unos días, un sobrino nieto suyo, de 17 años, padre de dos hijos, murió en Alicante po una sobredosis de heroína. El o Curro, pese a ser un hombre duro y curtido por la vida, no puede ocultar su dolor ni su disgusto: "Hay que hacer algo para acabar con esto..., hay que poner mano dura con la droga".

En el poblado, que surge en un altozano desde el que se domina Entrevías y Villaverde, hay un teléfono público y otro que está en la vivienda del Tío Curro. Las casas del poblado, pese a tener agua corriente y electricidad, se están resquebrajando, en parte por el constante ir y venir de los pesados trenes que convulsionan el terreno como si se tratara de un seísmo. Además, el suelo está plagado de antiguas trincheras de la guerra civil, y los gitanos han tapado los agujeros con maderas y hojalatas para evitar que los; churumbeles (los niños) se caigan dentro.

La colonia está materialmente cercada por las vías del ferrocarril y las máquinas excavadoras que trabajan en la construcción de la futura autovía M-40. Para acceder al barrio ahora no hay otra forma de hacerlo que dando un rodeo a través de varios kilómetros de camino polvoriento y lleno de baches. Por el contrario, el trazado de la M-40 a la altura del monte de El Pardo está aún sin decidir, porque habría que derruir varios chalés de lujo, cuya expropiación supone un desembolso de unos 3.000 millones de pesetas.

"Se reunieron los viejos", relatan los gitanos, "y aceptaron que nos cortasen la carretera aunque a cambio nos tenían que hacer un túnel. Pero no nos han hecho nada. Nos engaña ron". Si no llueve, las 400 personas de la colonia pueden salir y entrar de ella, pero en cuanto caen dos gotas...

Los amigos policías

"Demasiado que vienen el cartero y el hombre que trae en una furgoneta la comida para los chicos de la escuela...", dicen. En ese momento llega el cartero en su Vespa y los niños corren tras él, gritando con una explosión de alegría. Es uno de los pocos forasteros que suben a Altamira, aparte de los policías de la comisaría del distrito, que siempre son bien recibidos y para los que siempre hay un vaso de vino dispuesto. "A ver si vosotros me podéis echar una mano para que la Guardia Civil me renueve el permiso de la escopeta", le pide el Tío Curro al inspector jefe Raúl.

El único camino de acceso a la colonia está a punto de ser cortado por los obreros de la M-40, que han colocado a la entrada unas pesadas moles de hormigón entre las que únicamente puede pasar un coche no muy ancho.

El autobús que el pasado miércoles iba a trasladar a los niños desde la escuela Altamira al parque del Retiro -la primera excursión de su vida- no pudo pasar y los chiquillos tuvieron que ir a su encuentro andando entre los desmontes polvorientos. "Nos van a tener que traer la comida en elicotéro", advierte Pedro Fernández.

Un tren junto a las aulas

"El patio de la escuela lo han convertido en la plaza mayor del poblado", dice una de las profesoras del colegio Altamira, al que asisten con mayor o menor regularidad 62 niños. El patio, presidido por un árbol,es un lugar limpio y soleado, libre de las "ratas como conejos" que deambulan por el poblado. Los adultos acceden al patio por una verja a la que le faltan barrotes.En la escuela dan clase tres maestros a los que ayuda otra profesora de educación compensatoria (para los casos más difíciles). El nivel acedémico de los chicos no es muy elevado, aunque la mayoría sabe leer y escribir. Tal circunstancia llena de orgullo a los padres y al predicador gitano de la Iglesia evangélica, que lleva permanentemente una Biblia en sus manos. Además, los alumnos desayunan y almuerzan gratis en el comedor escolar.

40 vagones

"Estamos muy contentos con la escuela porque los chiquillos se jartan de comer", reconoce una gitana preñada que a duras penas puede sostener en brazos a uno de sus hijos.

Los maestros están plenamente integrados con la gente de la colonia y se toman con desenfado circunstancias adversas tales como la frecuencla con que decenas de trenes discurren diariamente junto a las aulas. "Cuando viene un tren, que generalmente tiene 30 o 40 vagones, tengo que dejar las explicaciones y esperar a que acabe de pasar porque no hay forma de entenderse", relata una maestra.

Los profesores están preocupados porque dicen que el Ministerio de Educación quiere desmontar el colegio Altamira antes de que acabe este curso . " El colegio no quiere seguir siendo un gueto, pero su cierre debe ser paralelo al realojo de la población en otro lugar. Nosotros tenemos el refrán de 'gitano trasladado, gitano desescolarizado'. Si se cierra esta escuela, ningun nino irá en autobús a otra", afirma una educadora.

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