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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Independencia lituana

LA PROCLAMACIÓN de la independencia de Lituania ha creado una situación compleja en la Unión Soviética, ya que no existe aún el procedimiento legal para poner en práctica el artículo de la Constitución que establece el derecho de las diversas repúblicas a separarse, si así lo desean, de la URS S. Sin duda para evitar que el ejemplo cunda, Gorbachov se ha apresurado a declarar que la decisión del Parlamento lituano es "¡legal"; pero el sentimiento a favor de la independencia es unánime. A diferencia de Estonia o Letonia, la población lituana es nacionalmente homogénea; los rusos no representan un porcentaje apreciable.Existía inquietud sobre la reacción de Moscú ante una demanda de independencia por parte de una república integrada en la URSS. Esa reacción ha sido moderada y carente de dramatismo. Desde el principio, la idea de una solución "militar" ha sido descartada, incluso por un duro como Ligachov. No es pequeña cosa. El Kremlin se encuentra hoy obligado a afrontar nada menos que la liquidación del imperio colonial ruso, el cual se prolongó, con formas distintas, durante la etapa soviética. Que decida hacerlo desde la utilización exclusiva de argumentos políticos demuestra el talante negociador y el cambio conceptual del estilo Gorbachov.

En ausencia ¿le una ley sobre los mecanismos de la secesión, éstos tendrán que ser elaborados y puestos en práctica paralelamente a la discusión de la ley en el Soviet Supremo. En todo caso, la secesión no puede ser considerada como un acto unilateral: afecta al conjunto de la Unión Soviética. Además, no se trata sólo de Lituania. El mismo problema va a plantearse en las otras repúblicas bálticas.

La táctica de Gorbachov consiste en desplazar el centro del debate: aceptada en principio la independencia, pone el acento en la necesidad de concertar sus condiciones económicas, militares y políticas, ámbitos más concretos en los que las opiniones pueden no ser tan unánimes. En lo económico, después de cerca de medio siglo en que ha existido un mercado integrado, la separación radical de Lituania plantea, sin duda, problemas particularmente costosos para una república pequeña, con poca capacidad para desenvolverse en el mercado internacional. Moscú podría intentar imponer condiciones económicas duras en el caso de una separación total de la URSS. Y ofrecer, en cambio, un sistema de relaciones políticas muy flexibles, una "nueva federación" en la que la independencia fuese compatible con la delegación de competencias en ciertas materias, en un Gobierno de carácter federal. En una fase en la que el Kremlin recibirá demandas de independencia de diversas repúblicas, no sólo en el Báltico, Gorbachov necesita demostrar a los rusos -entre los cuales también crece el nacionalismo- que se esfuerza por conservar un Gobierno, central. Y a la vez convencer a las repúblicas periféricas, deseosas de independencia, de que comparte sus anhelos y de que está dispuesto a satisfacerlos en un nuevo marco federal.

En esta compleja coyuntura cobra particular importancia la reforma constitucional, que crea un sistema presidencial con poderes ejecutivos reales. El significado profundo de esta transición hacia el presidencialismo, inspirado en los modelos francés y norteamericano, estriba en un desplazamiento del poder desde el Buró Político del PCUS hasta un presidente elegido por los diputados del pueblo. Ello favorecerá la creación de un centro de estabilidad en un período lleno de amenazas como el que atraviesa la URSS.

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