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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cambio cualitativo

EN LAS elecciones municipales y legislativas celebradas el pasado domingo en Colombia se ha producido un cambio cualitativo sin precedentes: el acceso del movimiento guerrillero M-19 a la actividad política pacífica. A ello se han añadido la novedad de la designación anticipada de un candidato liberal para la elección presidencial del 27 de mayo y la llamada séptima papeleta, una consulta informal sobre la reforma de la Constitución encaminada a terminar con los vicios del caciquismo. Finalmente, todo esto ha tenido lugar en el marco de una campaña política casi libre de la presión del narcotráfico, muy castigado por las últimas iniciativas del Gobierno del presidente Barco.Hacía casi 20 años que el M-19 se había echado literalmente al monte. Sólo durante la presidencia del conservador Belisario Betancur (1982-1986) intentó intervenir en una campaña electoral similar a la del domingo pasado, tras la negociación de un alto el fuego que jamás funcionó realmente. Entonces, algunos candidatos de la Unión Patriótica (UP), sector político de los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), resultaron elegidos y, con la victoria del liberal Virgilio Barco en los comicios presidenciales de 1986, anunciaron unilateralmente el abandono de las armas. Ésta fue la señal para que tanto el Ejército como grupos paramilitares de extrema derecha -defensores de los ganaderos y latifundistas- y del narcotráfico se lanzaran a una campaña de exterminio de los líderes de la UP; la escasez de candidatos con atractivo popular puede explicar los severos correctivos recibidos por esta coalición en los comicios.

El partido liberal ha recuperado las dos alcaldías más importantes, Bogotá y Medellín, pero importa destacar que, con una campaña muy breve y sin medios, el M- 19 se ha colocado como tercera fuerza en la capital colombiana y ha triunfado en las alcaldías de Yumbo, Almaquer y San Alberto. Se presentan así como verdadera oposición de izquierda a un futuro Gobierno liberal. Si sus componentes consiguen evitar la eliminación física, podrán contribuir seriamente a la reconstrucción del país.

Por otra parte, se diría que con la designación del joven César Gaviria como candidato liberal a las elecciones presidenciales de mayo (conseguida en la curiosa consulta popular celebrada simultáneamente a las municipales y legislativas) se opta anticipadamente por un candidato liberal único -lo que elimina el tradicional caciquismo provincial, la compraventa de voto y la pelea previa entre candidatos- Con Gaviria accede a la política una nueva generación. Como el partido conservador no parece tener candidato fuerte que oponerle, se consolida la primacía que los liberales adquirieron tanto en la presidencia como en el Parlamento en 1986.

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La séptima papeleta, que proponía una reforma constitucional profunda, también ha triunfado, demostrando que los colombianos, pese a la sangre derramada durante décadas y a las presiones espúreas de los narcotraficantes, creen en su futuro libre y democrático.

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