Tío Alberto
Hace muchos años, mi abuelo trabajaba los domingos en la portería de la calle de Balbina Valverde, 33, donde tío Alberto tenía y creo que aún tiene un estudio de arquitectura. Yo recibía por medio de mi abuelo infinidad de libros, posters, barajas de cartas, etcétera, que tío Alberto le regalaba para mi hermano y para mí, sin conocemos. Yo quería saber cómo sería aquel hombre que se preocupaba tanto por los niños. Cuando le conocí, me besó y me acarició, al igual que le he visto hacer con otros chicos en la CEMU hace pocas semanas. No conocía su obra, pero en la intuición de mi infancia supe que aquel hombre de pinta tan extraña quería y se preocupaba por los niños.Desde la última vez que le vi han pasado muchos años. Ahora tengo 28. Por razones profesionales, acabo de conocer la CEMU por dentro, y he reencontrado a tío Alberto, esta vez envuelto en una querella. Me quedé profundamente impresionado ante lo que allí tío Alberto, junto con sus colaboradores y los propios niños, han hecho y siguen haciendo, una labor que no se podría expresar en tan breves líneas.
Escándalos políticos y económicos de colosal envergadura se han saldado en estas últimas fechas con la total impunidad de sus protagonistas. Si esta sociedad, repito, condenara de antemano a tío Alberto sin confiar en él ni en el testimonio que su obra representa, sena un grave síntoma de que este sistema y sus valores empiezan a oler a podrido.-
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