_
_
_
_
_
COMPARECENCIA DE FELIPE GONZÁLEZ ANTE LA PRENSA

González encabeza la ofensiva del PSOE para superar la debilidad política consecuencia del 'caso Guerra'

Anabel Díez

La intervención del presidente del Gobierno, Felipe González, estuvo marcada por una actitud que acarició el pasado 1 de febrero en los pasillos del Congreso, después de la intervención del vicepresidente, Alfonso Guerra, pero qué no llegó a concretar y que se traduce en un no solo no me defiendo, sino que acuso. Eso fue lo que hizo ayer durante ochenta minutos. Acusó a los "irresponsables" que han lanzado sombras de sospecha sobre la limpieza democrática de las últimas elecciones, exaltó la honradez de Guerra, le exculpó de toda responsabilidad política, por primera vez, y no dió por zanjado el asunto del hermano del vicepresidente "porque se va a intentar estirar lo posible". Poco más dirá el presidente en el futuro sobre su vicepresidente una vez revelado que le presentó la dimisión y que no la aceptó por no encontrar en su comportamiento responsabilidad alguna y, en línea con lo que piensa todo el partido, sugirió a Juan Guerra que salga a la palestra y se explique.En el capítulo de arropamiento a los suyos no dejó descontento a nadie aunque también les habrá llegado el mensaje de que las decisiones las toma él tanto en el Gobierno como en el partido por lo que resultan bastante inútiles los movimientos tendentes a lograr mayores cotas de poder. González apoya a todos sus ministros, singularmente a Carlos Solchaga y también a los dirigentes de su partido; les anima a que debatan y discrepen abiertamente e incluso a que si alguien tiene aspiraciones "legítimas" de hacerse con el poder en el PSOE que se ponga a trabajar en el asunto para ver si lo consigue en el próximo congreso.

Más información
El presidente del Gobierno exime de responsabilidad política a Alfonso Guerra en el escándalo de su hermano

Todo ello dicho con una tranquilidad que no le abandonó durante su comparecencia en la que hizo lo posible por transmitir un estado de ánimo sereno y, sobre todo, de control de la situación no dejándose arrastrar en ningún momento por esa indisimulada irritación que ha lucido en últimas comparecencias que se traducía gráficamente en un gesto de mandíbula apretada, gesto enérgico de la mano derecha y frases cortas y vehementes con rebote del estilo de "hay que decirlo, hay que decirlo, o ya está bien, ya está bien".

No hubo nada de eso ayer y quizá porque tampoco hubo improvisación ya que los mensajes que ayer González transmitió no fueron en absoluto improvisados sino que son fruto de una elaborada reflexión que expuso a la cúpula de su partido hace diez días y que inmediatamente después los miembros de la ejecutiva socialista han repetido. El esquema explicativo fue el mismo que empleó el secretario de organización Txiki Benegas el pasado jueves en conferencia de prensa. Los mensajes de ayer también se pueden encontrar en el mitin de Alfonso Guerra del pasado domingo en Sevilla aunque más coloristas.

González se dirigió especialmente a los ciudadanos, para "devolverles la confianza" pero también a sus militantes consciente del arrugamiento que vive buena parte de su partido desde el llamado caso Guerra y les quiso insuflar una suerte de orgullo por pertenecer al PSOE.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_