¡Tongo!
Quisiera que sus señorías, los dipu tados constitucionales del Congreso, salieran por un momento de tan magna aula, distanciaran sus alienaciones cotidianas y comprendieran la imagen que esta legislatura está ofreciendo a la calle, entendida como colectividad boquiabierta ante tanto prodigio. Si la pasada legislatura provocó bostezo y desasimien o general, ésta va a conseguir acabar con el resto de partidarios del parlamentarísmo, alucinados por esa alquimia cerrada, elaborada entre tribunales constitucionales, bloques constitucionales y escaños saltarines. Lo de menos es que el señor vicepresidente se vaya a leer a Machado a Italia porque nadie le deja hacer de Agamenón ni de su porquero en las Cortes. Incluso el caso Juan Guerra está casi devaluado como mercancía informativa, y a la espera de futuras investigaciones sobre cuántos diputados tienen el SIDA o ladillas, me temo una cierta orfandad noticieril en las próximas semanas. No se trata de eso. Es que estamos ante el espectáculo de la invertebración y ante la sospecha de que sus señorías se entienden en función de pactos secretos y zancadillas de dossier, cuando no de insinuantes promesas sobre un lugar seguro a la diestra de Dios Padre. El bloque constitucional, a inanera de decreto de unificación del nacionalbeneguismo, convierte las Cortes en una bandera tricolor: la luz en un amplio centro y las tinieblas en los dos extremos. El que la ley electoral sume electores en unos lugares y votantes en otros, por más jerga jurisconsulta que le eche el Tribunal Constitucional, ha dejado al personal como presunta víctima de prestidigitador.Ya sé que la parte contratante de la primera parte aduce razones que la parte contratante de la segunda parte remite a la parte contratante de la tercera parte, a la espera de que la parte contratante de la primera parte entre en razones. Pero atención. Yo lo entiendo porque me gano la vida gracias a la cultura política. Pero los santos inocentes empiezan a gritar mentalmente: ¡Tongo!
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