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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Etica pequeña

UNA PAREJA de Los Ángeles va a tener un hijo para que un trasplante de su médula ósea sirva, dentro de seis meses, para salvar a su hija de 17 años, enferma de leucemia, sin daño previsible para el nuevo nacido. Habían decidido no tener más hijos; el padre se hizo una vasectomía, que ahora ha sido ligada para ese fin. La sociedad mundial hila muy fino en cuestiones de ética pequeña -para justificar las violaciones de las grandes siempre hay pretextos-, y se producen polémicas en torno al tema de si es lícito traer una vida al mundo solamente para salvar otra y no por esa misma vida. En nuestra sociedad particular hay una gran afición a estas casuísticas, sobre todo las relacionadas con los nacimientos y sus diversas maneras de producirse, y el tema ha llegado hasta aquí también con alguna fuerza.En otros tiempos -y aun en éstos- se estimulaba la producción de hijos para dar soldados a la patria, producir mano de obra barata, perpetuar apellidos, prolongar herencias y títulos de nobleza -incluso de reinos-, salvar matrimonios o cumplir con mandamientos religiosos. Hoy mismo, los nuevos economistas demógrafos los piden para librar a las sociedades del envejecimiento, con sus correspondientes aumentos de gastos en pensiones, medicinas y asilos. Las razones para no tener hijos son más combatidas aún, y las maneras de tenerlos por vía artificial, mal vistas.

Toda esta incoherencia de opiniones y juicios demuestra un sano renacimiento de la filosofia de la vida, aunque sea a ras de tierra y mezclada con la política: es admirable, siempre que no se ejerza en forma represiva de quienes piensen diferente. Son asuntos que en la práctica pertenecen a la intimidad de la pareja, en la que nadie tiene derecho a inmiscuirse, salvo que haya verdaderas ofensas a la ley, lo que no es el caso ahora. Y en todo caso, es fácil responder a las dificultades que pueda presentar cualquier conciencia impregnada por terrores ancestrales o religiosos con una pregunta: ¿qué haría en el caso de que se plantease en su familia esta cuestión? Las respuestas son siempre afirmativas: harían lo mismo. Porque en el límite salvar la vida de una adolescente cuando ello es posible es un imperativo ético superior a los que pudieran desprenderse de otras consideraciones.

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