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Dura es la noche

Los porteros de una discoteca dirimen a palos sus diferencias con los clientes

Gabriela Cañas

El caso de la discoteca Prestto, junto a la estación de Chamartín, es tan peculiar que la policía ha hecho un informe especial. En lo dos últimos años ha acumulado hasta siete denuncias por alteración del orden público o agresiones. Los inicios de los altercado son similares: el cliente quiere entrar, los porteros se lo impiden, se intercambia algún insulto y entonces empieza la pelea. Bates de béisbol, palos y, protectores de pugilato son las herramientas preferidas de los porteros de Prestto para hacer cumplir a rajatabla el derecho de admisión.

Cuando Alfredo Martín Redruello contó su caso en la comisaría de Chamartín, el relato resultó demasiado:Familiar a los funcionarios. La denuncia de Alfredo, de 20 años, es la última, por el momento, de las siete que en los dos últimos años se han presentado contra los porteros de Prestto por motivos similares. Según la versión de Alfredo, éste y su hermana María Luisa se enzarzaron en una discusión con los gorilas de Prestto porque éstos no les dejaban entrar, ni siquiera para avisar a los amigos que les esperaban dentro. Uno de los porteros golpeó el coche de los hermanos, otro cegó a María Luisa con un aerosol, y, finalmente, Alfredo fue agredido con su propia barra antirrobo y pateado en el suelo, acción cuyo recuerdo luce ahora Alfredo en su ojo derecho, amoratado, y en su espalda dolorida.

Doble denuncia

La versión de los porteros es bien distinta. De hecho, ellos se adelantaron a los hermanos Martín Redruello, acudiendo un par de horas antes a la comisaría para poner otra denuncia Uno de los porteros admitía las agresiones, pero denunciaba a los hermanos por provocación y por ir armados; él, con la barra antirrobo del coche, y ella, con una navaja.

Alfredo dice que volvió a pedir explicaciones una vez que le habían abollado el coche con la barra antirrobo escondida en la cazadora por si le volvían a atacar. Y María Luisa alega que siempre lleva una navaja; que no la sacó, que se le cayó.

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Historial conflictivo

Al margen de los detalles, todo, en fin, venía a ser lo mismo: un nuevo altercado en la puerta de Pressto, cuyo historial conflictivo se remonta a 1986. Hasta aquel año, la discoteca había tenido problemas con la policía, pero siempre por cuestiones de licencia y de horario. "Cierran a las 3.30, pero sigue gente dentro. Luego abren otra vez a las seis de la mañana", explica un portavoz policial. "En realidad, la discoteca permanece abierta toda la noche".

De 1986 data la primera denuncia por altercado del orden público, pero es a partir de julio de 1988 cuando las denuncias comienzan a convertirse en moneda corriente. En julio de aquel año, dos clientes tuvieron que ser atendidos en La Paz y un tercero en el centro médico de Tetuán. Según consta en la denuncia, hubo incluso testigos que aseguraron ver cómo los porteros agredían a los clientes con bates de beisbol y cómo también, terminado el incidente, limpiaban la sangre del suelo.

El pasado año fue el peor. En mayo hubo dos incidentes graves. El primero lo sufrieron un par de clientes a los que se les denegó la entrega por ir uno de ellos borracho, según testificó después uno de los porteros. En el segundo incidente estuvo implicada una pareja, que también salió presuntamente apaleada por los porteros. En junio, otros dos altercados. En uno salió lesionada una mujer y en el otro la policía requisó a los trabajadores de Prestto bates de béisbol, palos y protectores de pugilato. En esta ocasión hubo una denuncia por ocultar pruebas y dificultar la labor policial.

Finalmente, en diciembre, hubo una gran pelea en la puerta de Prestto entre varios trabajadoras de la sala y un grupo de clientes -borrachos, según aquéllos- Si Alfredo, en fin, hubiera conocido todos estos datos el sábado por la noche, seguramente no se habría atrevido a volver pidiendo ingenuamente explicaciones con su barra antirrobo escondida en la chaqueta. Probablemente ni siquiera se habría calentado la boca llamándole "hijo de puta" a uno de ellos, como admite el propio Alfredo. "El portero dijo que su madre había muerto hacía poco, pero eso yo no lo sabía". Alfredo tampoco sabía que mentar a la madre, fallecida recientemente, fue la misma excusa del portero nueve meses antes para empezar a sacudir a otro airado cliente no avisado.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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