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DÍAS DE CARNAVAL

Ironía posfranquista en el Círculo de Bellas Artes

Juan Cruz

Nueve mil copas, según todas las estadísticas, consumieron las más de 3.000 personas que asistieron el sábado por la noche al baile con el que tradicionalmente el Círculo de Bellas Artes de Madrid da la bienvenida al carnaval. Un alto número de disfraces, muchos de ellos colectivos, como es habitual en los carnavales del trópico, dieron un aire anónimo a la principal de las celebraciones carnavaleras de Madrid. Los famosos que asistieron lo hicieron conservando su identidad detrás de la careta, y los que dieron la cara pasaron desapercibidos entre tanta máscara. "Los disfraces de militares, obispos o toreros dieron un cierto aire de ironía posfranquista.

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Devórame esta vez

Varios récords se batieron en la noche del sábado en la apertura oficiosa del carnaval madrileño, pero el más llamativo de todos es que ninguna de las varias orquestas convocadas para la ocasión por el Círculo de Bellas Artes interpretó Devórame otra vez, el famoso éxito del salsero Lalo Rodríguez.La salsa, de todos modos, fue lo más popular de la noche, que se inició a las once, traspasó la madrugada y acabó al alba. No se produjo incidente alguno -el médico sólo tuvo que atender una lipotimia- ni se registró entre los numerosos asistentes ninguna figura política de relumbrón. Tampoco -y ésto bien puede ser reflejado como otro récord- figuró entre los motivos de disfraz ninguno relacionado con la controversia relativa a los negocios de Juan Guerra.

Sin embargo, el disfraz fue el motivo principal de la noche en el Círculo de Bellas Artes. Los hubo de todas clases, pero los predominantes fueron los que reflejan la manera tradicional de vestirse de los clérigos. Abunda ron los disfraces colectivos, lo que dio al aire carnavalero de Madrid la atmósfera de comparsa que suelen tener los carnavales del trópico, incluidos los de Cádiz y los de Tenerife.

Mucho árabe

Conjuntamente con los disfrace de curas -y de santos: una señorita iba disfrazada de san Pancracio, el santo de los imposibles y pedía que alguien la hiciera una mujer esa noche- hubo una sobreabundancia de disfraces de árabes de todas las clases y muchos que recordaban las sectas que fueron preponderantes en los años sesenta, como los componentes de Haré Krishna.

La única referencia visible a la política la representaron dos señores a los que les dio por aparecer juntos en el Círculo como Mijaìl Gorbachov y como Margaret Thatcher. Otro personaje fue caracterizado, perfectamente por cierto, como el príncipe Carlos de Inglaterra, y algunos fueron tan bien caracterizados como seres de otras galaxias que daba la impresión de que en lugar de entrar en la época de Don Carnal se llegaba por fin a la era de las galaxias habitadas.

También hubo disfraces pintorescos, combinados con los que habitualmente usan los adultos, que se disfrazan de niños que parecen padres. Entre esos disfraces pintorescos destacaba uno, que era el de un hombre vestido como una pasta de dientes, pero la más sobresaliente acaso era el de un personaje vestido como nació, excepto porque se cubría con una pluma levísima y se tocaba con una capa blanca y negra que volaba con él, pesadamente, por las tres salas que había decorado el artista Valentín Zapata con minúsculos bañistas a punto de tirarse a una piscina plenamente azul.

Otra fascinación habitual debe de ser la de los cirujanos, pues había numerosos por las salas, o las de los militares, o las de los obispos o los toreros, lo que le dio al aire desenfadado de la noche un cierto tono de ironía posfranquista. Los títulos de algunas de las orquestas con las que se puso música a la jornada terminaron de redondear la atmósfera metafórica que exige a cualquier carnaval. Por nombrar dos, digamos que amenizaron las siete horas que duró el desenfreno Sindicato del Crimen y La Fe de los Necios. Otra, Los Pecadores, no se vio compensada con la realidad porque fue, a la vista de lo que sucedió, una carnavalada bastante inocente.

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