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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alarma en las bolsas

POR TERCERA vez en lo que va de semana, la Bolsa de Tokio registró ayer un fuerte descenso en sus cotizaciones, con la consiguiente contaminación a otros mercados, entre ellos los españoles. La fundamentación de ese descenso de 1. 161 puntos en el índice Nikkei es el justificado temor de los inversores a la elevación de los tipos de interés en aquella economía y a la mayor remuneración relativa que pasan a ofrecer los activos financieros alternativos a los de renta variable. Un efecto amplificado, probablemente, por la proximidad del final de¡ ejercicio fiscal en aquel país, el 31 de marzo.Un escenario tal no es, sin embargo, exclusivo de la economía japonesa. La caída de Tokio ha estado precedida por un descenso también significativo (38.74 puntos) en el índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York, igualmente determinado por las expectativas de endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal ante las tensiones inflacionistas subyacentes en aquella economía. Las declaraciones del presidente de la Reserva Federal, reafirmando esa voluntad restrictiva y un descenso en el ritmo de crecimiento económico no han hecho sino anticipar las reacciones a la baja presentes en el mercado norteamericano desde hace días. A despejar esos temores no ha contribuido precisamente el anuncio, hecho ayer, del incremento en un 1,1 % (5,3 % en tasa interanual) en el índice de precios al consumo de aquel país durante el mes de enero.

Tales reacciones no sólo ilustran una vez más el elevado grado de integración actualmente existente en los principales mercados bursátiles, sino, lo que quizá sea más significativo, la homogeneidad de las terapias antiinflacionistas empleadas por los distintos Gobiernos. El uso intensivo de las políticas monetarias en la mayoría de los países industrializados, que ha sido una constante de los últimos años, es hoy tanto más significativo cuanto más coincidentes resultan su signo y sus ritmos de aplicación. Esa simetría condiciona la movilidad internacional de los capitales y amplifica los eventuales efectos dominó, determinando un escenario global escasamente favorable para la inversión en acciones.

No faltan puntos comunes entre este trasfondo de los dos mercados bursátiles más importantes del mundo con el español, más explícitamente condicionado en su comportamiento por la importancia relativa que la inversión extranjera ha cobrado en los últimos años y por el peso específico que en el mismo tienen algunos valores de empresas españolas cuyos precios son determinados en los principales mercados extranjeros. *

Pero lo que interesa retener de esta crisis, como señalaba recientemente The Wall Street Journal, es que, mientras el crash de 1987 no obedeció a causas económicas reales -y sus efectos fueron, por ello, rápidamente absorbidos-, los descensos de ahora responden a causas de fondo de la propia economía, lo que los convierte en menos espectaculares, pero más preocupantes.

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