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'El gallo ennavajado'

Ortega, tras cambiar de imagen, busca votos en los feudos de la oposición

Juan Jesús Aznárez

Grandioso en su caballo blanco, Daniel Ortega, el gallo ennavajado, cabalga hacia el palenque de Boaco escoltado por una guardia de montados y un mar de banderas sandinistas. "¡Está entrando el hombre!, ¡está entrando el hombre con un cachimbo de gente!", alborota desde el micrófono el maestro de ceremonias del mitin que Ortega celebrará en esa población nicaragüense.Distante 100 kilómetros de Managua y enclavado en una región de actividad contra, que registró un enfrentamiento armado y dos muertos, un rebelde y un civil, el mismo día del acto de Ortega, Boaco está considerado feudo de la oposición. Un sol sin entrañas abrasa a las 30.000 personas presentes en el mitin del gallo, que habla ya como "presidente electo" y clava sus espolones sobre la Unión Nacional Opositora (UNO) y Violeta Charnorro, "la candidata de los gringos".

"Cuando el gallo canta, la gallina se espanta y el pueblo se levanta", jalea un periodista sandinista. Ortega, que calza botín cubano, vaqueros negros y camisa floreada, cuelga del hombro una alforja campesina regalada por un candidato a concejal del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y provoca encanto en un grupo de seguidoras: "Le luce, le luce".

Parlamento azañista

El verbo del líder sandinista, que ha cambiado las gafas por lentes de contacto, no entusiasma tanto, sin embargo, como su nuevo look, y la oratoria de este político, mejorada en 161 mítines, no es la de Tomás Borge, ministro del Interior, con intervenciones dignas de parlamento azañista.En el encuentro de Boaco, Ortega buscó, sin mucho éxito, el arrebato y la participación de una audiencia, diezmada por los rigores del trópico, la larga espera y la inevitable repetición de contenidos de las campañas electorales. "¡Cinco, cinco, cinco, cinco. Con Daniel y Sergio al 25!". "¡A ver, los pañuelos, los aplausos!". La respuesta de las legiones sandinistas fue inmediata, pero el clamor de la arena de Boaco, rodeada por enormes pancartas y un servicio de seguridad intransigente, no se correspondió con el eco esperado en una abigarrada concentración de miles de personas.

La jornada electoral de Daniel Ortega en la conflictiva ciudad de las alturas fue exponente de la eficaz organización del FSLN en el poder. Desde primeras horas de la mañana, cientos de jinetes, con los colores rojo y negro en las ftistas, botas, capas, crines y axreos de sus caballos, cabalgaron hacia la finca Caldera, punto de reunión, a tres kilometros de la ciudad. No faltaron en la caballería sandinista rucios del porte y costillar de Rocinante.

Mientras esperaban al gallo ennavajado, sus seguidores en Boaco montaron una ópera bufa en torno a un velatorio de la UNO. Del ataúd, sobre el que se colocó un casco de la Guardia Nacional (GN) de Anastasio Somoza, que el FSLN identifica con la oposición en todos sus discursos, sobresalía un pie en- esado (Violeta Chamorro se fracturó una pierna en accidente). Cuatro soldados rasos de la GN, armados con fusiles Garand, lloraban sobre el féretro, entre las carcajadas de los espectadores.

Ortega, vitoreado por más de 1.000 hombres a caballo en Caldera, fue aclamado en Boaco por 700 cachorros en el servicio militar, cubiertos de cintas, camisas y pañuelos rojinegros, anudados en cuello y frente. Unidades militares, un helicóptero y centinelas armados vigilaron las carreteras de acceso y las alturas que dorninan la explanada cercana al lugar del mitin. Numerosos adolescentes con bandejas de cerillera vendían tabaco y caramelos mentolados, y familias enteras viajaron 200 kilómetros para ofrecer naranjas y bolsas con agua fría.

Al día siguiente, el comandante del FSLN viaja a Masaya, donde la entrega de los participantes y la convocatoria del Frente es mayor y más efusiva, pese a la espera de más de tres horas en la plaza principal. Decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, con camisetas amarillas, y la inscripción de "Daniel es mi gallo", viseras y fanfarrias, inundan el centro de Masaya.

Una canción electoral, bailona, de La Sonora Dinamita, grupo colombiano de gran popularidad en América Latina, atruena por la potente megafonía instalada en la plazal: "Todo será mejor con Daniel; paz y libertad con Daniel; Que viva Nicaragua con Daniel". Cuando llega Ortega y su séquito, vuelve el flamear de banderas, la música a tope y los aspavientos del maestro de ceremonias: "¡Vivan nuestros gallos ennavajados!".

El comandante William Ramírez, popular dirigente sandinísta en Masaya, donde la lucha insurreccional contra Somoza fue más intensa que en Boaco, es invitado por Ortega a hablar. Ramírez es parco en palabras: " ¡Masayaaaaaaaaa!, ¡Danieeeeeel", llama con un grito ensordecedor, inacabable, como de ultratumba. "¡Viva Sandino!".

Anochece en la Quinta Región nicaragüense y los camiones reclutados por el FSLN para el traslado de simpatizantes retornan a su destino tal como llegaron a Masaya: abarrotados y escorados por los años y la carga.

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