Aviso a navegantes

Formo parte de una pequeña cooperativa de viviendas en Valladolid que, tras convocar un concurso entre varias constructoras, adjudicó la construcción a una de las mayores compañías dedicadas a la construcción y obras públicas en nuestro país.Hasta el presente creía en el buen funcionamiento de las reglas del libre mercado, basadas, entre otras cosas, en la transparencia, la libertad contractual y la existencia de unas instituciones jurídicas capaces de hacer cumplir los pactos entre las partes. También creía que la justificación de la existencia del empresario se derivaba de la asunción de unos riesgos operativos.

Pero estaba equivocado. La buena fe contractual no existe, y es posible para estas grandes compañías el incumplinúento del contrato en plazos, calidades y precios. El recurso al chantaje, en forma de fantasma de abandono de la obra si la cooperativa promotora no se pliega a una exorbitante revisión del precio libremente pactado (en una oferta tal vez temeraria), aduciendo por toda razón la posibilidad de no consolidar los beneficios esperados, es la moneda habitual. Lo triste es constatar la impunidad de tales actuaciones, amparadas en la ineficiencia y en la lentitud del aparato de justicia en nuestro país y en potentísimos aparatos de asesoramiento jurídico. Sólo queda la impotencia del allanamiento como mal menor a estas prácticas chantajistas de empresarios incompetentes que ignoran desde su prepotencia que su justificación y la del sistema es el respeto estricto de las reglas del mercado.-