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Reportaje:

Desde Rusia a Israel, sin amor

Los nuevos emigrantes judíos soviéticos son apolíticos, asionistas y desertan de los territorios ocupados

Tres aviones repletos de emigrantes judíos soviéticos se han sucedido en pocas horas. El primero llegó a Tel Aviv procedente de Varsovia, luego otro de Budapest y por fin un tercero de Bucarest. Se esperaba un avión especial de la capital húngara, a últimas horas del pasado domingo. Los rusos llegan..., los rusos llegan..., un acontecimiento del que están llenos los periódicos. Se habla de al menos 100.000 en el transcurso de este año. Si Gorbachov permanece en el poder, unos 500.000 judíos soviéticos podrían desembarcar, incluso un millón, según los optimistas.

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Se discute de ello en la Knesseth (Parlamento israelí). Pero en el aeropuerto nadie hace demasiado caso de la llegada de los judíos soviéticos. No hay demasiada emoción, excepto en el caso de una pareja israelí o más bien de la mujer que espera a una tía de Dniepropetrovsk. Estos inmigrantes ya no son acogidos, como hace unos años, con horas (danza folclórica israelí), cantos, flores y discursos oficiales. ¿Acaso son demasiado numerosos? Es verdad que no se trata ni de refuseniks ni de judíos religiosos ni de sionistas. Los inmigrantes, -un centenar venidos vía Budapest- permanecen sentados obediente y pacientemente en filas en la sala de espera hasta que son llamados por los altavoces. En varias pequeñas habitaciones, empleados del Ministerio de la Absorción les preguntan, mientras teclean en sus ordenadores, dónde desean instalarse, en qué ciudad o poblado.

Numerosos jóvenes

Las jóvenes parejas son numerosas, con o sin niños. Están bien vestidas y hablan con soltura el inglés. En su mayoría son universitarias. Hay muchos matemáticos y músicos entre ellas. "Se podrían crear ya al menos otras tres orquestas filarmónicas", nos dice un funcionario israelí. Abundan también los ingenieros, médicos y profesores de idiomas.Un doctor en matemáticas físicas también tocaba el violonchelo en una orquesta de cámara en Odessa. Olga Ragatzyova, de 28 años, procede de Bakú. Está embarazada y se halla acompañada por una hija de cinco años. "Hace tres días todavía estaba en Moscú. Ahora estoy en Israel: es increíble", afirma.

Salió de Bakú cuando la tensión entre armenios y azeríes adquirió proporciones alarmantes: "Cuando los carros de combate llegaron a Bakú, todos los armenios ya habían huido de la ciudad. Llegaron para castigar a los azeríes", explica Olga, quien lamenta haberse visto obligada a abandonar Bakú, donde era periodista. "Es una pena. Antes vivíamos todos en una perfecta armonía: azeríes, armenios, rusos, georgianos, judíos. Bakú es una grande y bonita ciudad. Más de dos millones de habitantes".

¿Y el antisemitismo? "Jamás experimentamos la menor huella de sentimientos antijudíos". Entonces, ¿por qué se marchó? "Si se ataca a los armenios hoy, se atacará a los judíos mañana", afirma Olga. Según cuenta, cuando el avion de El Al que les traía a Israel comenzó su descenso y aparecieron las luces de Tel Aviv y el himno nacional israelí, Hatikyah (Esperanza), comenzó a sonar por los altavoces, Olga se conmovió hasta las lágrimas.

La mayoría de los demás inmigrantes no comparten esta emoción. Para ellos Israel es un puerto al que se llega, a falta de algo mejor, tras haber escapado del futuro incierto en la URSS. Hubiesen preferido Estados Unidos: "Pero los americanos no han querido saber nada de nosotros. Israel me ha abierto sus puertas y aquí he venido", afirma tranquilamente Alexander Rojtwarf, de 37 años, matemático que vivía en Siberia

Es originario de Voronej, a unos 400 kilómetros al sur de Moscú. ¿Fue deportado a Siberia por razones políticas? "No, no. Si elegí trabajar en Siberia fue porque me propusieron un trabajo más interesante". Su esposa, Nina, de 32 años, también matemática (se conocieron en la facultad de Moscú), afirma: "Detesto la forma de vida de la URSS. Confío en que poco a poco me olvidaré de ella". Esperan, sobre todo, hallar en una universidad israelí un trabajo que corresponda a su capacidad. Ambos son investigadores. Por el momento han elegido vivir en Tel Aviv. Muchos otros inmigrantes rusos también proceden de Siberia. Allí llegaron en busca de un trabajo más interesante y mejor remunerado, o bien nacieron allí.

Vivir mejor

Ninguna de las familias llegadas en el avión procedente de Budapest, han pedido instalarse en una colonia judía en territorio ocupado. Per no es por principio.Estos nuevos inmigrantes venidos de la URSS son apolíticos y asionistas. Al desembarcar en Israel tienen dos grandes preocupaciones: encontrar un trabajo y vivir mejor que en la URSS. En 1989, sólo 138 de los 24.000 inmigrantes judíos llegados fueron a vivir a Cisjordania. Su elección no se debió a cuestiones ideológicas o a un sentimiento nacionalista alguno. Simplemente tenían allí a algún familiar o amigo cercano o les atraía la posibilidad de trabajar en su profesión en una fábrica de alta tecnología.

Visto el número ínfimo de inmigrantes rusos que se han instalado en los territorios ocupados se comprende mal los gritos de protesta lanzados por los árabes y por ciertos dirigentes palestinos pidiendo a la URSS que ponga fin a la emigración judía. "Los judíos rusos vienen a desalojar a los palestinos de sus tierras", afirman los dirigentes árabes que pretenden celebrar una cumbre interárabe consagrada a esta cuestión.

Sin duda, Shamir ha proclamado: "Nos hace falta el gran Israel para acoger a esta inmigración tan grande". Todo el mundo sabe que es una frase vacía, desligada de la realidad, y que los inmigrantes de la última ola están interesados en el gran Israel como su último cartucho. "Israel no tiene una política exterior, únicamente una política interior", afirmaba Henry Kissinger.

Shamir acaba de confirmar la perspicacia de esta opinión. Sus declaraciones con respecto al gran Israel sólo tienen un fin: impresionar favorablemente a los 3.000 miembros del Comité Central del Likud, que, reunidos el próximo 7 de febrero en Tel Aviv, juzgarán la política del primer ministro y del líder del partido.

Youli Edleman, antiguo refusenkik y encarcelado en la URSS por sionista, critica la posición de Shamir: "Ésta tiene el riesgo de perjudicar", dice. Y ya ha dañado. La URSS, sensible a la emoción del mundo árabe, rechaza firmar los acuerdos sobre los vuelos directos Moscú-Tel Aviv, que en principio ya estaban arreglados. Esto supone centenares, si no millares, de inmigrantes judíos de menos por semana. Y James Baker proclama: "Israel nos ha pedido una ayuda de 500 millones de dólares para la absorción de nuevos inmigrantes. Nosotros no daremos dinero para instalar a esas gentes en territorio ocupado".

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