Más sobre Juan Guerra

Hace unos días leí un editorial sobre el caso Juan Guerra. Al llegar al final de mi lectura, tuve que restregarme los ojos para confirmar que se trataba efectivamente de un editorial. He leído después otros comentarios (que hasta ahora no puedo calificar nada más que de chismorreos malintencionados) sobre el mismo asunto. Para colmo, algunos de ellos aparecen en primera página, como si EL PAÍS no tuviese cosas más importantes y trascendentes que ofrecer a sus lectores al tomar contacto con ellos cada mañana. No defiendo al señor Guerra. Si algo ilegal ha cometido, debe ser castigado con arreglo a la ley. Por supuesto, después de establecidas y probadas las fechorías que se le atribuyen.En realidad, y tomando como pretexto el caso Guerra, mi deseo, señor director, es hacerle llegar Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior con estas líneas mi decepción por el enfoque de esta clase de escándalos en su periódico. Yo creía, ingenuo de mí, que en las escuelas de periodismo se valoraban la ponderación, la ecuanimidad y la mesura, ingredientes necesarios para aderezar la misión noble y fundamental que corresponde al periodismo. Esta misión, según mi criterio, no sólo abarca la puntual información, juiciosa e imparcial, sobre todo lo que pasa en el mundo, sino, además, el ejemplo que debe darse a los lectores para que aprendan a comportarse como buenos ciudadanos, libres de apasionamientos que ofusquen la razón.-