Vivir por encima de las posibilidades
LA PUBLICACIÓN simultánea de las cifras del registro de caja del Banco de España y del comercio exterior de la Dirección General de Aduanas ponen de manifiesto el profundo deterioro que han sufrido los intercambios con el exterior a lo largo del pasado año. El déficit de la balanza por cuenta corriente, que refleja los intercambios de bienes y servicios, ha pasado de algo menos de 3.000 millones de dólares en 1988 a 11.642 en 1989. Esta cifra se ha construido sobre la base de los pagosque realizan los exportadores y los importadores de bienes y servicios, mientras que las cifras del registro de Aduanas recogen el valor de las mercancías a su paso por las fronteras. En general, estas últimas suelen arrojar un déficit superior al del registro de caja, por lo que es probable que la cifra final supere los 12.000 millones de dólares, equivalente a un 3% del producto interior bruto (PIB). Para este año, las previsiones oficiales apuntan a un déficit del orden de los 16.000 millones; es decir, un 4% del PIB. Se trata de la cifra relativa más alta del mundo industrializado.El deterioro se centra principalmente, aunque no en exclusiva, en los intercambios de mercancías: ha empeorado el déficit energético y ha empeorado también el déficit relativo al resto de las mercancías. Este último se debe en parte a las fuertes importaciones de maquinaria que han tenido lugar como consecuencia del auge de la inversión, aunque también han progresado considerablemente las importaciones de bienes de consumo al abrigo de la pujanza de la demanda interna y del deterioro de la competitividad de los productos españoles, consecuencia a su vez del tipo de cambio de la peseta. Por su parte, el saldo neto de los ingresos por turismo ha pasado de 14.250 millones de dólares en 1988 a 13.100 en 1989. De momento, nadie se preocupa por estas cifras, probablemente porque las reservas de divisas siguen aumentando. Las entradas de capital a largo plazo han pasado de 10.700 millones de dólares a 17.700, y las reservas han crecido en algo más de 4.500 millones de dólares, hasta situarse en unos 45.000 millones, lo que constituye una de las cifras más elevadas de los países industrializados. El razonamiento oficial parece consistir en que mientras haya entradas de capitales extranjeros no hay razón para preocuparse, a pesar de que nuestro déficit comercial se sitúa en torno a los 25.000 millones de dólares, cifra cuyo valor absoluto pesa ya significativamente en el comercio mundial. Las críticas a la paridad actual de la peseta y al deterioro de la competitividad de nuestros productos son rechazadas con el argumento de que lo importante es la lucha contra la inflación, y que la credibilidad de la misma se ha visto reforzada con la entrada de la peseta en el Sistema Monetario Europeo. La situación tiende, sin embargo, a agravarse. El déficit por cuenta corriente podría alcanzar en el presente año, como ya se ha señalado, el 4% del PIB, y ello a pesar de la desaceleración prevista de la actividad económica. Como el problema del déficit exterior aparece con una importancia secundaria en las preocupaciones oficiales, nadie se ha ocupado de definir un objetivo en este terreno. Es posible que el déficit exterior no constituya el principal problema de la economía española, pero es evidente que no es el último. Si se dan por buenas las prioridades anunciadas por el Gobierno en materia de precios y de tipo de cambio, entonces hay que reconocer también que la disminución, incluso moderada, del déficit exterior requerirá un ajuste económico bastante más drástico que el que hasta ahora se preconiza. El déficit de la balanza por cuenta corriente indica a las claras que por el momento vivimos por encima de nuestras posibilidades, y la cuestión que se plantea es la de saber hasta cuándo podremos seguirlo haciendo.
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