El viejo 'Cantaor'

Cuando Rafael Romero salió a cantar, un cúmulo de sensaciones me asaltó constantemente. Antes que nada la presencia, no exenta de patetismo, de este hombre con zapatillas de fieltro que pronto cumplirá los 80 años y que, evidentemente, se halla en precario estado físico.Ciertamente, Rafael Romero no está en buenas condiciones para cantar. Pero en los viejos cantaores esto no importa tanto como su sabiduría de siglos. Yo me acordaba de lo que ha escrito Luis Rosales: "Nadie se entrega tanto como el cantaor que ya ha perdido facultades. Cantan para acabarse".

En los viejos cantaores, sin poder, lo importante es la pena honda que transita por dentro del cante, la pureza del grito frustrado, el testimonio impagable de un arte que no muere con ellos, aunque ellos se mueran. El cante de este viejo gitano de Andújar no tuvo la grandeza de sus buenos tiempos, pero tuvo una lacerante capacidad expresiva que a todos los que nos hallábamos en la sala nos puso un nudo en la garganta. La mano de Rafael Romero levantada a lo alto, abiertos los dedos, rigiendo duendes y ángeles flamencos, nos llevaba como quería al secreto de su cante estremecedor.

Perico el del Lunar hizo a Rafael un acompañamiento sensacional. Pleno de delicadeza, de exquisitez, yo diría que de ternura. Y hay que agradecérselo, porque a los viejos cantaores se les debe acompañar así. Sólo los verdaderos maestros, como El del Lunar, saben hacerlo.