La ruptura eslovena
EL CONGRESO de la Liga de Comunistas de Yugoslavia (LCY) ha terminado en un auténtico galimatías, nada sorprendente, por otra parte, vistas las posiciones en conflicto. La delegación de Eslovenia abandonó el congreso, y otras delegaciones, como la croata, se negaron a seguir. En consecuencia, el congreso se suspendió, sin fecha para continuar, y en estos momentos nadie garantiza que pueda volver a reunirse.La salida de los eslovenos es un paso más en un proceso de ruptura que empezó hace años y que alcanzó uno de sus momentos culminantes cuando Serbia rompió las relaciones económicas con Eslovenia: una situación realmente singular entre dos repúblicas que forman parte de un mismo Estado. La raíz del choque está en el resurgir de un nacionalismo serbio encabezado por el líder populista Slobodan Milosevic, quien ha logrado gran popularidad entre los serbios, pero provoca, en cambio, recelos y oposición en las otras repúblicas. El atractivo de Milosevic parece, sin embargo, en baja, y el congreso de la LCY ha sido para él un fracaso, ya que no ha podido utilizarlo para disciplinar a los comunistas eslovenos.
Pero no está en juego sólo el nacionalismo. Eslovenia, la república más desarrollada de Yugoslavia, vive ya en unas condiciones de pluralismo político semejantes a las de otros países del Este. Serbia se resiste a aceptar ese camino. Tal era la polémica de fondo en el congreso: si avanzar de verdad hacia la democracia o hacerlo con todas las ataduras que supone la política retrocomunista de Milosevic en Belgrado. Con los votos, los serbios podían imponerse. Una solución intolerable para los comunistas eslovenos, que el próximo abril afrontarán unas elecciones generales en las que participarán varios partidos no comunistas. Para tener en ellas ciertas posibilidades de éxito necesitan presentarse como un partido independiente de todo lo que Milosevic representa. Por eso piden que la LCY desaparezca como tal y se transfonne en una liga de ligas, cada una con plena autonomía. Rechazada esa fórmula para mantener un lazo flexible, la ruptura era inevitable.
El resultado es la pérdida de prestigio y autoridad de la LCY, un partido que tal vez haya consumido ya su ciclo histórico: creada en el marco de la guerra contra Hitler, de la posguerra y de la lucha contra el estaUnismo -todo ello con la figura de Tito como aglutinante-, ahora no parece capaz de adaptarse a otra situación. Su futuro está en entredicho y dependerá no tanto de decisiones tomadas a nivel yugoslavo, sino de lo que ocurra en cada república en la nueva fase que se abre de elecciones libres, con pluralidad de partidos.
Por otro lado, y a pesar de un estado general de crisis y confusión, se perfila en el escenario yugoslavo un dato positivo: la reforma económica que se esfuerza por llevar a cabo, contra viento y marea, el primer ministro, Markovic. Sus resultados son aún incipientes, pero está bien orientada. Por primera vez, un jefe de Gobierno no se somete a los líos intemos de la LCY, lo que le llevó a tomar claras distancias ante el fracaso del congreso. "Yugoslavia funcionará", dijo, .con o sin la Liga de Comunistas".
Sin duda, la LCY dispone de palancas de poder, pero cada vez menos. Después de Rumanía, el recurso al Ejército para someter rebeldías como la eslovena se hace mucho más difícil. En cambio surgen en la sociedad yugoslava -muchas veces por encima de la legislación vigente- nuevos partidos y corrientes que muy pronto desempeñarán un papel político. ¿Significará ello un auge de los nacionalismos susceptible de llevar a la tumba la actual federación? Es demasiado pronto para contestar. En un plazo de meses habrán hablado las urnas y se perfilarán nuevos datos para otear el futuro.
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