Mahler, amor y fantasía

El Festival Italia-España dio comienzo el lunes en el Auditorio Nacional. El festival abundará en acontecimientos de gran interés hasta mediados de febrero. El del pasado lunes lo tuvo, y grande. Actuó la Joven Orquesta Italiana, con sede en la academia de Fiesole y magisterio de Piero Bellugi (Florencia, 1924). En el plazo de seis años, el prestigio de ese centro y de la Orquesta Juvenil se ha extendido notablemente y ya son muchos, los puestos ocupados por escolares de Fiesole en las grandes formaciones orquestales de Italia.Posee la agrupación aplaudida ahora en Madrid una extraña calidad sonora, como de oro levemente bruñido, una respuesta técnica de gran agilidad y un talante atractivo en el que se funden la entrega con, que trabajan todos los instrumentistas y la tónica veinteañera de cuanto hacen. Tocan con amore, y las versiones sobre la Ritirata de Madrid, de Luciano Berio, ya nos pusieron sobre aviso de lo que podía ser y fue la Cuarta sinfonía de Mahler.

Ahí es nada: Mahler sin adherencias extramusicales, sin cargantes seudofilosofías, sin confusionismo viscontiano. Mahler en todo su frescor y, valga la expresión, su inocencia evocadora de un paraíso que es mitad belén, mitad fábula, con sus corderitos, bodegas celestiales, ángeles panaderos, santa Marta de cocinera, santa Cecilia y sus colegas como músicos de corte y las 11.000 vírgenes danzando cual si hubieran recibido el soplo del Inaem.

Suma de primores

Esto viene a ser la vida celestial en el lied que se escucha al final de la obra, cantado el lunes por Tiziana Tramonti con espontánea veracidad, del que Mahler derivó por ampliación espiritual, menos trascendentalista de lo que suele comentarse, pero no menos bella, una larga sinfonía, tan original en su pensamiento y en su tratamiento instrumental como en la flexibilidad temporal de su discurso. La suma de primores y hallazgos mahlerianos encontró en Bellugi y sus músicos transmisores de gran fantasía, cuidadores extremados del gran orden narrativo y de las mínimas incidencias dentro de una línea sin exceso alguno.Fue una brava versión, del mismo modo que se ganó todos los aplausos la del Concierto número 1 de Shostakovich, en el que lució su calidad técnica y estilística el violonchelista Mario Brunello. Cuanto de juego rítmico, lirismo y pesadumbre alientan en la página del soviético, tuvieron lúcida explicación por parte del joven solista y los no menos jóvenes instrumentistas de la orquesta. Peri Bellugi evidenció una vez más las dos notas más características de su personalidad: sensibilidad artística de muchos quilates y auténtica naturaleza de maestro.