Tierra de bailarines
El gran proyecto de intercambios culturales con Italia con que entramos en los noventa se ha inaugurado con unos interesantes programas de danza que, bajo el nombre de Estrellas de la danza italiana se presentan en el teatro Español durante el fin de semana hasta hoy domingo. Una ocasión de tomar contacto, aunque sólo sea fugazmente, con una de las grandes escuelas de la tradición del ballet mundial.Los orígenes del ballet están en los banquetes de las cortes renacentistas de las ciudades italianas y los maestros Italianos -desde Domenico de Piazenza y Guillermo el Hebreo en el cuattrocento hasta Enrico Ceccetti en las primeras décadas de nuestro siglo- han jugado, a lo largo de 500 años, un papel trascendental en el desarrollo de la técnica del ballet.
Estrellas de la danza italiana
Marco Pierin, Toni Caldeloro, Mauricio Bellezza, Renata Caldenini, Barbara Griggi, Marzia Falcon, Luigi Bonino y Luciana Savignano. Dirección artística: Alberto Testa y Paola Calvetti. Madrid, teatro Español, 19 de enero.
De la mano de Carlo Blasis (1797-1878), la Scala de Milán -de donde provienen muchos de los bailarines de este espectáculo- se convirtió en uno de los grandes focos de producción de danza del siglo XIX, rivalizando primero con París y después con San Petersburgo e inundando las escenas europeas de bailarinas italianas que -como Cerrito, Legnani o Brianza) eran reputadas por su vigor y su técnica deslumbrante.
Aunque hoy la escuela italiana ya no es identificable como tal y el ballet italiano ha sufrido una larga etapa de decadencia, esta tierra de bailarines ha seguido dando figuras al mundo como Carla Fracci o Luciana Savignano (Milán, 1943), que encabeza el elenco que se presentó en el Español. Conocida sobre todo por sus años en los Ballets del Siglo XX de Maurice Béjart, bailó junto a Luigi Bonino Le jeune homme et la morte (1946), uno de los primeros éxitos de Pétit (en colaboración con Jean Cocteau) que supuso en su día un notable intento de renovación del ballet dramático. Savignano, como la mujer despiadada que arrastra al joven sensible al suicidio, mostró su innegable autoridad y calibre de estrella.
El programa -que como muestra de coreografía italiana sólo incluyó una dudosa versión de Juegos, original de Nijinski, montada por la coreógrafa húngara afincada en Italia, Susana Egri- se abrió con el Apolo y las musas (1928) de Balanchine, una de las obras del coreógrafo ruso-americano montadas para la Compañía de Diaghilev sobre música de Stravinsky. El decorado (del teatro Olímpico de Palladio de Vicenza) y una sofisticada iluminación colaboraron a que la presentación resultara brillante, a pesar de que las musas no daban el tipo balanchiniano. Apolo (Marco Pierin) apareció como un excelente bailarín.
Mauricio Bellezza y Renata Calderini -estrellas del London Festival Ballet que hoy bailan en Munich- ofrecieron una escena del Romeo y Julieta de Cranko, bailada con esmero y buen gusto. Barbara Griggi -que trabaja en Portugal- mostró sus extraordinarias dotes de bailarina acrobática en una pieza (Aria de Vasco Wallenkamp) poco memorable pero que le ofrecía muchas posibilidades de lucimiento y Toni Caldeloro un solo del suizo Uwe SchoIz, El arcángel Rafael.
Técnica
Pero quien se llevó los aplausos más entusiastas de un público, en conjunto, algo frío fue Marzia Falcon con el Fandango de Micha van Hoecke (sobre música de Scarlatti), la única pieza de técnica y espíritu contemporáneo. Pequeñísima muestra de un coreógrafo de talento, va desmadejando la estructura circular de la partitura hasta arrancarle parcelas insospechadas de libertad.
Babelia
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