"Que me estoy muriendo"
Respecto a la columna publicada en la página 20 de EL PAÍS del pasado día 27 de noviembre, firmada por V. R. de A., desde Bilbao, y que comenta el "cuarto de hora que tardó en llegar la primera ambulancia", quiero exponer lo siguiente:No es mi intención comentar el dolor y la indignación, además del miedo, que nos causa a toda persona cualquier agresión como la que se comenta en dicha columna o en otra cualquiera (ejemplo, la condena al hambre y la guerra).
Fui, como miles de personas más, de los que quedamos atrapados durante dos horas y media en la carretera, entre las 18.30 y las nueve de la noche, en el primero de los atentados criminales, y otro tanto en la Castellana, en el segundo. Durante este período transitaron, con las sirenas a toda pastilla, muchas ambulancias, en todas direcciones y con una misma finalidad: un ser humano con graves dificultades de supervivencia y necesidad de asistencia médica urgente para lograrlo; sin duda alguna, las ambulancias no tienen otro cometido.
También, sin lugar a dudas, el artículo 14 y el 43.1 de la Constitución reconocen a todos los españoles los mismos derechos, sin distinción de rango social, aunque no se encuentren cenando en un restaurante ni lo hayan pisado en su vida ni siquiera los distinguen aunque no tengan qué comer. Claro que eso es letra escrita en la Constitución española.
No me gustan las actitudes humarías que tienden a cfrecer un trato diferenciado a las personas según su rango, en especial en cuanto se refiere a los derechos inviolables de la persona (en este caso, auxilio urgente de atención médica), y menos aún quien desde las líneas de un periódico propugna tal actitud, aunque meramente lo insinúe, y ni siquiera aunque sea del País Vasco.-
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