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Yo, me, mi, para mí, conmigo

El copeo, la televisión y las motos, principales diversiones de los jóvenes urbanos entre 15 y 19 años

No entienden bien qué es eso de la perestroika. Encogen los hombros a la pregunta sobre el significado de la quiebra del muro de Berlín. No comprenden que haya que solidarizarse con el compañero de clase expulsado. "Si le han echado", dicen, "es porque ha hecho algo. Allá él con su responsabilidad". Tienen entre los 15 y los 19 años. Son adolescentes españoles de hoy, típicos de las grandes urbes y que otros de su misma edad encuadran en la tribu de los pijos o hijos de papá. Su estilo de estar o divertirse, sin embargo, comienza a imitarse en otras capas sociales y pequeñas ciudades.

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No se pirran por los estudios. Para el futuro, prevén ganar mucho dinero. De momento, se pierden por la ropa y el calzado de marca. Los chicos se vuelcan hacia las motos. A las chicas les fascinan profesiones como piloto de guerra. Y muchos están volviendo al valor ése que da la etiqueta de la virginidad: "Los tíos van a las discotecas a ligar. Sólo buscan cama, pero luego lo que quieren es casarse con una que sea virgen", cuenta María del Mar, 16 años y en 32 de BUP. Sus gastos en ocio se centran principalmente en las copas, el primer gasto de su presupuesto, seguido muy de cerca por el tabaco.No van al cine. "Es muy caro. Ya vemos en la tele o en el vídeo las películas que nos apetecen. Me encantan los culebrones", afirma Ana Belén, de 17 años. ¿El teatro? Ni lo pisan. En términos generales, estos chicos y chicas cuyas opiniones hemos recabado a lo largo de varios días por los lugares de moda madrileños, queman en el fin de semana entre las 2.000 y las 5.000 pesetas. Algo que evidentemente ya marca diferencias.

Discotecas

La entrada a una discoteca con derecho a consumición cuesta, en Madrid, alrededor de 600 pesetas. Una segunda bebida, 400. Algunos, normalmente chicas, no beben alcohol, pero su entrada le da derecho a ello:, "Le paso mi whisky o mi ron a otro y yo me bebo sólo el zumo", dicen. Los receptores de tal generosidad duplican y triplican su absorción de grados y, muchas veces, el local no controla edades. "Hay tíos que son muy altos y tienen barba y nadie: les pregunta la edad".

Además del líquido estimulante, estos consumidores parecen necesitar en sus noches, en contra de la moda sin humos que se impone, aspirar tabaco. Rubio. Rubio americano. Los que disponen de más dinero, Marlboro o Winston. Los que tienen menos, Fortuna. Y los que están fustigados por la escasez del mardito parné dicen: "Fumo de lo que me dan. Siempre consigo algo". Lo que me dan puede ser un porro. "Ellos fuman porros y por la noche esnifán lo que sea. Lo que: les echen, vamos", dice Olga. Entre tanto, ellos y ellas pretenden bailar, "pero hay tanta gente que no cabes en la pista.

El baile, la charla, las copas, pese a tener tanto gancho, se quedan en la segunda posición de sus aficiones. Gana -como muy bien indican las encuestas- la televisión, que es gratuita. No toca su presupuesto, salvo que alquilen una película en vídeo, que suelen pagar los padres. En segundo lugar, se dedican a la charla-copeo.

Horteras o 'pijos'

El poder adquisitivo de estos jóvenes es fundamental a la hora de establecer barreras. " Una pija me dijo:" A que te pego una hostia...." está contando Olga García, repetidora de 3º de BUP. No es extraño oir en sus corrillos el famoso calificativo, pero ¿qué diferencia habrá entre pijos y no pijos? "Nos diferenciamos en todo", dice una no pija. "Los pijos van a colegios privados. Vestimos todos muy parecido, pero ellas llevan rojo-putón en los labios, se pasan el día tocándose el pelo, son amigas de todos los relaciones públicas para que las dejen pasar gratis y no hablan más que de chicos. Nosotras tenemos una mentalidad distinta".

Y una supuesta pija, en la discoteca Jácara, afirma: "Son unas horteras, lo único que quieren es copiarnos, pero no pueden porque no tienen clase". La mentalidad distinta de las no pijas no les obliga a rechazar una cazadora de cuero, unos pantalones Charro o Pepe o unos zapatos Camper. Los muchachos se pierden estas navidades por un ciclomotor o una moto. Los más infantilizados piden juguetes teledirigidos, que oscilan entre las 20.000 y las 100.000 pesetas.

Muchos de los componentes de la tribu se escapan un momento de la discoteca para obtener una consumición por menos dinero (una cerveza, normalmente) en alguno de los bares adyacentes. Y, si el presupuesto da de sí, aprovechan para comer una pizza, una hamburguesa o un perrito caliente. Después regresan a los humos ambientales, que cuando son densos, les empujan a la calle donde, junto con sus motos, suelen provocar atascos. En zonas como Huertas, Plaza de Santa Ana o Juan bravo llegan a formarse largos atascos en los que sus motos colaboran fervientemente.

La vuelta a casa para los más jóvenes y controlados es a las once de la noche. Otros, muy adultos ya, a las tres o las cuatro de la madrugada.

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