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EL DEBATE DE INVESTIDURA

González hace una oferta de diálogo a la oposición

El presidente del Gobierno en funciones, Felipe González, finalizó ayer su discurso de investidura con la petición del voto favorable en concordancia con su oferta de acuerdo para los principales proyectos nacionales. A sabiendas de que la oposición votará mayoritariamente en, contra, aseguró que un no a su investidura no tiene que afectar a la política de consenso que persigue. Asimismo, dudó de "la supuesta buena fe" de Herri Batasuna en el aceptamiento de las reglas del juego democrático.

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Felipe González en los primeros minutos de su intervención anunció que se someterá a una cuestión de confianza "cuando se haya aclarado definitivamente el resultado electoral". La cuestión de confianza está prevista en el artículo 112 de la Constitución, previa deliberación del Consejo de Ministros, y requiere la mayoría simple de la Cámara.El ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez se sometió con éxito a este proceso en septiembre de 1980, tres meses después de que el secretario general del PSOE, Felipe González, hubiera presentado contra él una moción de censura.

González pronunció su discurso en tono bajo, sin efectismos, lo que fue interpretado por miembros de su grupo y de la oposición como una consecuencia en su ánimo del incidente que durante minutos vivió la Cámara por la actitud de los diputados electos de Herri Batasuna.

González se refirió a estos hechos muy al final de su discurso y puso en tela de juicio "la supuesta buena fe en el aceptamiento de las reglas del juego democrático" cuando la primera de estas reglas es rechazar la vía de la violencia. González recordó que no ha habido "la más mínima expresión de condena" por la privación de libertad de Adolfo Villoslada y recordó los cientos de muertos a manos de ETA.

En su intervención, González esbozó las líneas generales de lo que quiere hacer en "esta tercera etapa". Primero, mantener una tasa de crecimiento con equilibrio, como un instrumento para que la economía se adapte a los desafíos que tiene en 1992. Después, incrementar la tasa de empleo y reducir el paro y aumentar la capacidad "de hacer una política social que reequilibre las desigualdades que existen en la sociedad española". Continuó con la necesidad "de mejorar los servicios sociales y aumentar el grado de bienestar" y continuar con el desarrollo de la política de infraestructuras.

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González desarrolló estas líneas con el contenido del programa electoral socialista, intercalando medidas y peticiones diversas para encontrar "zonas de acuerdo" con las demás fuerzas políticas. "Sin renunciar a la responsabilidad de gobernar, estoy haciendo un llamamiento a las fuerzas políticas, instituciones autonómicas y locales, interlocutores sociales y económicos, para que aunemos esfuerzos en la mayor medida posible, frente a los desafíos y las oportunidades que se ofrecen en España en esta legislatura".

El primer asunto para el que pidió acuerdo González fue para el desarrollo del Estado de las autonomías y con vistas a una política económica tendente a crear empleo; también pidió acuerdo para la elaboración de un nuevo Código Penal y para combatir el terrorismo y la delincuencia.

Muy extenso fue el apartado económico que esbozó González, que se autojustificó respecto a su casi obsesión por el "crecimiento sostenido". González explica a menudo que sus llamadas a este crecimiento no obedecen a razones "finalistas", sino que es el instrumento para hacer una política social más extensa: "Lo único que me interesa de la economía son los efectos: que la economía genere empleos, gane competitividad y crezca la riqueza para acercarnos al grado de justicia social de los países más avanzados".

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