La 'Malinche' vista por Luis de Pablo

El concierto del grupo Solars Vortices, que dirige el pianista Jean-Pierre Dupuy, celebrado el miércoles en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional, ofrecía todos los atractivos capaces de convocar a un público verdaderamente interesado por lo musical. Sin embargo, nuestros melómanos brillaron por su ausencia y sólo un par de centenares de personas suplieron la falta de número con su actitud escrutadora y entusiasta. Un estreno de Luis de Pablo, otro del francés Lefébvre y obras de Boulez y Berio merecen atención de cuantos gustan asomarse a lo que hoy se hace para vivir la música de su tiempo.Malinche, sobre el legendario amor de Hernán Cortés, en su versión original para voz, piano, pequeño grupo instrumental y cinta magnetofónica, fue estrenada en Nápoles, bajo la dirección de Encinar, el año 1984. El compositor, siempre inquieto por las culturas extraeuropeas y particularmente atento a las diversas interpretaciones de la aventura americana, nos propone ahora una reelaboración de la obra para voz y piano, que dieron a conocer con verdadero primor la soprano Sharon Cooper, de voz bellísima, buena dicción incluso en. español e intención exacta, y el pianista Jean-Pierre Dupuy, cuyas calidades están reconocidas desde hace tiempo.

A partir de un texto nahuatí, vertido al castellano en el siglo XVIII, y en un solo caso en latín del padrenuestro, De Pablo nos da tanto en las partes cantadas como en los números pianísticos una página llena de bellezas que culminan en la original Nana y caza del canto, con la que termina el ciclo estructurado en seis partes. Si Malinche, según nos dice su autor, nace de su preocupación por "el hecho de la agresión de unas culturas por otras", la música en sí misma nada tiene de agresiva, aunque no acepte convenciones hoy al uso. Una melódica continua y fluida y un piano de gran poder sintético que envuelve a la soprano en el ambiente sonoro adecuado prendieron la atención de todos desde el primero al último compás.

Si la obra de De Pablo fue muy aplaudida, también tuvo una positiva recepción Claude Lefebvre, el infatigable movilizador del Festival de Metz, por sus sencillas, bien pensadas y trabajadas Memorias subterráneas, para flauta, clarinete y violonchelo, cuyo estatismo exterior se anima con diversos movimientos internos y por la prolongación del sonido ("el eco de las voces") con el silbar o el soplo amplificados. No hay que subrayar el éxito de Drives, extraído de Répons, Obra en marcha, de Boulez, y de los Folks-songs de Berio, acogidas con las ovaciones que la música y las versiones se merecían.