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El Partido de Dios abre sucursal en Argelia

El Frente lslámico de Salvación organiza su propia policía y se adueña de las universidades y barrios populares

El presidente argelino, Chadli Benyedid, recibió el 1 de noviembre, 352 aniversario del comienzo de la guerra de liberación, a los dirigentes de los recién legalizados partidos de oposición al Frente de Liberación Nacional (FLN). A tal encuentro, primero en la Argelia contemporánea, acudieron todas las fuerzas políticas, excepto el Frente Islámico de Salvación (FIS), que no había sido invitado. Ese día, Benyedid otorgó la gracia a decenas de activistas islámicos condenados por sus actividades contra el régimen del FLN. Ambos hechos ilustran las complejas relaciones entre el poder y un movimiento islámico que comienza a organizar su policía y se adueña de universidades y barrios populares.

Mientras Benyedid, el primer ministro, Mulud Haniruch, los líderes del FLN y los oficiales superiores del Ejército asistían a un gran desfile militar, jóvenes con barbas largas y bien recortadas y chilabas blancas o grises predicaban en la calle peatonal de Ben Mihidi, a cuatro pasos de la estatua del emir Abdelkader.Grandes corros se formaban en tomo a cada uno de aquellos muchachos que hablaban de Dios y de la permanente actualidad de las enseñanzas del Corán. Policías uniformados de azul miraban con indiferencia a los predicadores. ¿Por qué habrían de intervenir? ¿No es Argelia un país musulmán? ¿No proclama la Constitución aprobada el pasado febrero la libertad de expresión? ¿No es legal desde el pasado septiembre el mismísimo Frente Islámico de Salvación?

Uno de los oradores callejeros hablaba del terremoto que había sacudido el país días antes. En esa catástrofe natural veía un signo de la proximidad del fin de los tiempos, una advertencia divina a los creyentes para que renovaran su fe. Otro explicaba que, pese a ser el islam una religión fácil de entender y de aplicar, su seguimiento era cada vez más dificil en los tiempos modernos, con tanta propaganda del alcohol y los objetos de lujo, tanta apología del ateísmo, tantas mujeres semidesnudas.

Los argumentos de los hermanos, como se denominan a sí mismos, o los barbudos, como les llaman muchos argelinos, hacían mella en el público, que asentía con solemnes movimientos de cabeza. Un poco más allá, el único comercio abierto ese día festivo en la céntrica calle Ben Mihidi era una librería que vendía textos y casetes religiosos.

El arma de la casete

Dos días después, una muchedumbre de jóvenes que desbor daba el local y se extendía por las calles vecinas asistió a la plegaria del mediodía en la modesta mezquita El Sunna, en Bab el Ued. Al comienzo y al término de la oración colectiva, jóvenes idénti cos a los predicadores del 1 de noviembre vendieron casetes con sermones de Alí Beljach, eljoven y carismático imam de los barrios populares de Bab el Ued y Kuba. Recordando que la revolución islámica iraní había comenzado con la difusión de grabaciones de las sofiamas de Jomeini, uno sólo podía estar de acuerdo con aquella reflexión del pensador francés Bruno Etienne que afirma que "la casete es para los islamistas lo mismo que fue la imprenta para los calvinistas".Por decisión personal del pre sidente Chadli Benyedid, el Frente Islámico de Salvación es el primer partido islamista legalizado en un país árabe. En la versión argelina del Partido de Dios no están todos los que en el país magrebí reclaman la aplicación rigurosa de la charia o legislación musulmana tradicional, pero sí los más conocidos, como el propio Alí Beljach o Abasi Madani. Este último, portavoz de la organización, es un pequeño y barbudo doctor en Filosofía de 58 años de edad, un hombre con un impecable pasado de moudjahid o luchador por la independencia de Argelia, incluido un largo período en una cárcel francesa por colocar bombas.

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"El objetivo del FIS", afirma Madani, "es la instauración de una auténtica sociedad islámica en Argelia, a través de un proceso democrático y pluralista". Su partido, insiste, no pretende tomar el poder por las armas o la revolución popular, sino a través de las umas, el día que la mayoría de los argelinos hayan sido convencidos por la predicación de la bondad de sus ideas. "Dios mismo", precisa el doctor en Filosofía, "ordenó al profeta que consultara a los creyentes sobre todas las cosas. Nuestra política es la de la chura [la asamblea], no la del despotismo".

El resto de las fuerzas políticas argelinas no está demasiado convencido de la sinceridad de las declaraciones democráticas de los islamistas. Hasta el momento, los que han ido más lejos en su enfrentamiento verbal con el FIS son los militantes del partido regionalista beréber Agrupación para la Cultura y Democracia, el único que defiende abiertamente el laicismo.

El FIS dice haber recibido ya tres millones de solicitudes de adhesión. En cualquier caso, en círculos próximos al presidente se reconoce que en unas elecciones libres, quizá en las municipales de la próxima primavera, estará entre los dos o tres partidos más votados. Los islamistas encuentran terreno abonado en la falta de perspectivas económicas y,culturales que azota a esas tres cuartas partes de -la población que tienen menos de 30 años. Los barbudos además refuerzan su propaganda con una política de ayudas sociales en los barrios más pobres, donde distribuyen gratuitamente agua potable, alimentos y medicinas. El dinero, se dice en Argel, les viene de la rigorista Arabia Saudí.

A finales de octubre, el semanario El Munquid (El Salvador, editado por el Partido de Dios) informó que los guardias del FIS habían detenido, interrogado y encarcelado a un "peligroso estafador" llamado Feisal Guenduz, del que se publicaba una fotografía. Los partidos bereberista, socialdemócrata y comunista reaccionaron escandalizados. Denunciaron que los islamistas estaban creando un aparato de seguridad paralelo al del Estado, y advirtieron que si cada partido formaba su milicia, Argelia iba a terminar como Líbano.

Al informar sobre el secuestro del presunto estafador Feisal Guenduz, Revolution Africaine aseguró que el FIS ha creado toda una policía islámica uniformada con chilabas blancas y brazaletes verdes, que, entre otras cosas, obliga a las estudiantes de la universidad de Dargana a llevar el velo. ¿Dónde está el Estado? ¿Por qué esta indulgencia respecto al fanatismo? ¿Por qué no se hacen respetar las leyes de la República?", se preguntaba el semanario del FLN, antiguo partido único, aún en el poder.

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