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El frágil puente de Menem

El presidente argentino, obligado a arbitrar en disputas de poder en el Gobierno

El frágil puente de madera que el presidente argentino, Carlos Menem, trata de colgar sobre el abismo social del país comienza a crujir. La estrategia de alianzas entre sectores históricamente enfrentados no cuaja. El peronismo advierte sobre los riesgos de ceder la política económica al grupo empresarial multinacional Bunge y Born.

La derecha se pregunta qué beneficios recibe por la incorporación al Gobierno de la familia Alsogaray, fundadora de la Unión de Centro Democrático. La poderosa Confederación General del Trabajo (CGT), central sindical considerada la "columna vertebral" del movimiento peronista, ya se partió en dos sectores. El indulto a militares y guerrilleros renovó la batalla ideológica entre los grupos ultras. El sistema republicano de Argentina, que se basa en la fortaleza de la figura presidencial, convierte a Menem en un juez que debe arbitrar cada día sobre las disputas de poder en el Gobierno.El pasado martes se confirmó la dimisión de Rodolfo Frigeri, secretario de Hacienda, número tres del Ministerio de Economía y miembro destacado de la corriente renovadora del peronismo, encabezada por el presidente del partido, Antonio Cafiero, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires y rival de Menem en las elecciones internas previas a las presidenciales.

Una cumbre partidaria reunida en una finca del Gran Buenos Aires resolvió programar un seminario para empezar a "discutir la participación del peronismo en el Gobierno y el plan económico en marcha". El vicepresidente de la nación, Eduardo Duhalde, admitió la preocupación de algunos dirigentes.

El debate entre menemistas y renovadores, que se suspendió durante la campaña electoral, asoma ahora en la lucha por los espacios de poder político dentro del Gobierno. Los renovadores insisten en la necesidad de peronizar la política en marcha para no agravar los efectos sociales que va a provocar la aplicación de las leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica, ya aprobadas por el Parlamento, y la cle Reforma Tributaria, que se va a debatir en las próximas sesiones extraordinarias. Por su parte, los menemistas exigen un apoyo sin condiciones a la gestión del Gobierno.Otro foco de lucha entre ambas corrientes se abrió en el Gobierno de la Capital Federal. Los menemistas desean la renuncia del intendente Carlos Grosso, líder renovador del distrito.

También los militares aguardan la decisión de Menem sobre la demanda del teniente coronel Aldo Rico y del coronel Mohamed Alí Seineldin, cabecillas de los carapintadas que se alzaron contra los mandos y contra el presidente Raúl Alfonsín en 1987 y 1988. Ambos oficiales serán dados de baja del Ejército de Tierra y reclaman una "solución política" de sus expedientes.

La gestión personal de Menem al frente del Gobierno, que debía comenzar según el plazo establecido por la Constitución el próximo 10 de diciembre, pero que fue iniciada, en una situación de emergencia, el pasado 8 de julio, lleva ya un peso excesivo sobre sus hombros. El puente cruje.

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