Contra una autovía
Como joven navarra respetuosa con esos pequeños y hermosos rincones que nos presta la tierra, quiero ofrecer una tímida aportación a la lucha antiautovía.Conseguía evadirme de todo este ambiente de vacua verborrea política siguiendo las informaciones sobre una humilde lucha nacida en un intento de preservar un valle. Lucha que, al ser no violenta, en un lugar donde demasiado inconscientemente intentamos solucionarlo todo mediante la agresión, merecía mayor respeto. Cada día, una persona, sin el bombo y el platillo ni el premeditado dramatismo de los políticos, aportaba algo: escalar el paso de las Dos Hermanas y permanecer varios días en la peña, o una acampada permanente junto a las obras.
Y dime, lector de este periódico, ¿sabías de la existencia de lo anterior? Seguramente has empezado a conocer el tema antiautovía cuando han ofrecido un espacio en estas codiciadas páginas al chantaje violento de la organización ETA.
Y a mí se me ennegrece el corazón cuando observo cómo van a arruinar, oportunista y precipitadamente, un común esfuerzo que intentaba ser justo. Lo van a arruinar aquellos que piensan que sólo puede defenderse a un pueblo a través de la lucha armada. Contribuirán también esos encorbatados y pulcros señores de inexistentes oídos y enormes bocas. Y el tercer culpable será cualquier medio de comunicación que reiteradamente les ofrece todo su espacio, acordándose de las iniciativas populares cuando queda un diminuto hueco por completar.
Ya sólo queda esperar, con esa amarga impotencia a la que estamos tan acostumbrados, a que nos destruyan otro de los cada vez más escasos bellos parajes de Euskal Herria.-
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