Replicar demostrando
El señor Pedro Meyer -de la Subdirección General de Relaciones Informativas del Ministerio de Defensa- discute, en carta a esta misma sección (22 de octubre), la realidad de lo publicado recientemente por EL PAÍS y otros medios de información acerca de contradicciones, lagunas y ambigüedades en los datos remitidos por Defensa al Parlamento sobre muertes acaecidas en la mili entre 1983 y junio de 1988. Como autor del sencillo trabajo informático en que se han basado esas denuncias, permítame replicar a dicha carta.Dice el señor Meyer que "no hay error alguno en el señalamiento de pensiones". Entonces hay que suponer que los nombres que figuran en las listas oficiales de pensiones por fallecimiento -enviadas por Defensa al Parlamento- corresponderán a personas que han fallecido realmente. Pero resulta que cerca de la mitad de ellos (los soldados Teodoro Modroño Vázquez, Ezequiel Alrioli Sazatornil y 52 más) no figuran en la lista oficial y supuestamente completa de soldados fallecidos en el mismo período, suministrada igualmente por Defensa. Luego, o las listas de pensiones están mal, o en la de fallecidos hay 54 omisiones (un 10% sobre el total), en cuyo caso Defensa habrá de explicar dónde y cómo murieron esos soldados sujetos a su custodia, por qué no se inscribieron sus nombres en la lista oficial y quiénes son los responsables de esta insostenible situación.
Razona el señor Meyer que la cuestión ya fue ampliamente debatida en el Congreso y difundida antes de ahora por la Prensa. Lo cierto es que ni aquel debate (que no fue tan amplio) ni aquella difusión tocaron el tema en los términos actuales, pues nadie analizó los documentos en detalle, y sólo el posterior tratamiento informático ha permitido poner de manifiesto estas graves e inexplicables anomalías y comprender por qué Serra en aquellas sesiones decía que podía proporcionar toda clase de informes, pero luego no lo hacía, y por qué insistía tanto -igual que el señor Meyer en su carta- en lo correctos que eran todos sus datos, pero sobre todo desde 1986: porque no pueden ignorar que en los datos referentes a 1985 aparece un misterioso grupo de soldados del Ejército de Tierra (Celestino Pacheco Donaire, Roberto Soto Chaveito y 42 más) que Defensa en su lista oficial da como fallecidos pero sin consignar en qué unidad ni por qué causa murieron (lo dejan en blanco y se quedan tan tranquilos).
Tal vez Defensa haya unificado sus modelos estadísticos, según dicen Serra y el señor Meyer, en 1986, pero no conozco ningún modelo estadístico antiguo ni moderno que autorice a dejar de consignar el lugar y la causa de la muerte de personas de cuya integridad física se ha de responder, ni el sistema que tengan ahora va a escamotear la imperiosa necesidad jurídica, civil y militar de que se sepa de una vez lo ocurrido con las personas citadas -por ahora desaparecidas- ni a hacer tabla rasa de las eventuales responsabilidades contraídas anteriormente.
Y luego, de 1986 para acá, hay más anomalías del mismo tipo. Manuel Goyanes Martínez, Álvaro Claramont Ramí y 16 más, fallecidos en 1986: Defensa recoge sus nombres, pero no la unidad en que sirvieron, lo que impide cualquier comprobación in situ; Miguel Ángel Sánchez Otero, Aurelio Alejo Valdazos y ocho más murieron entre 1987 y 1988, según la lista oficial, pero no se consigna la causa, y otras muchas deficiencias que sería largo exponer aquí.
Señor Meyer, señor Serra, no creo que estos más de 100 soldados desaparecidos o fallecidos en inciertas circunstancias tengan menos derecho a que se investiguen uno por uno sus respectivos casos que el que en el orden civil se reconoció, con toda justicia, a Santiago Corella, el Nani. Cualquier militar honrado les dirá lo mismo.-
Madrid.
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