'Míster Rocco' ataca de nuevo
Detenido por segunda vez un presunto brujo asturiano-tibetano autor del timo del 'guacamayo'
Míster Rocco ha vuelto a la carga. Casi un año después de su última detención, Roberto Ibiruco Coto, de 46 años, ha caído de nuevo en manos de la policía, acusado de estafar a una mujer, mediante el timo del guacamayo, varios millones de pesetas en metálico y objetos de arte. Su sistema sigue siendo único. Este hombre, que se considera un lama reencarnado, asegura a sus víctimas que es capaz de resolver todos sus problemas. El sacrificio ritual de un guacamayo será la medicina que curará al enfermo. Pero éste nunca sana, jamás ve el exótico pájaro y mucho menos su dinero.
"Ramsés. Garantizo remedio para cualquier dolor, desamor, confusión, posesiones diabólicas, enfermedades y atascamiento mental". La mujer había recortado hacía unos tres años este anuncio por palabras de una revista especializada.Harta de buscar una cura que terminara con el estado catatónico (alteración psicomotriz relacionada con la esquizofrenia y caracterizada por el ensimismamiento) de su hijo, decidió acudir a la consulta de este supuesto brujo situada en la plaza de Bering. Ramsés es uno de los varios nombres de guerra del supuesto mago: Míster Rocco y Rashim son otros dos.
Ibiruco aceptó el caso que planteaba la mujer. El tratamiento a seguir era más bien sorprendente: se debía iniciar con un rito de sangre, que consistía en el sacrificio de dos guacamayos de plumaje especialmente rojizo. Las propiedades mágicas y curativas del brujo harían el resto. ¿Pero dónde conseguir tan exótico pájaro? Para facilitar las cosas, Míster Rocco estaba dispuesto a comprarlo a un amigo suyo árabe, pero el dinero tendría que abonarlo la víctima; en total, medio millón de pesetas.
Semejante método debió dejar con la boca abierta a la mujer, cuyo nombre no ha sido facilitado por los funcionarios de la comisaría de Fuencarral que llevan el caso. Sin embargo, entregó el dinero. Días después volvió a la consulta con su hijo, al que el hechizo no había hecho ningún efecto. Las conocidas dotes de convicción de Roberto Ibiruco entraron en acción. Hacía falta medio millón de pesetas más. La mujer entregó al mago tres cuadros al óleo, una tabla de pintura de siglo XVII, así como una estatuilla y una piedra precolombinas, todo ello valorado en varios millones de pesetas. Además, el curandero le cobró 5.000 pesetas por la visita.
Nada. El niño catatónico no mejoraba. La mujer comenzó a sospechar. Por ello pidió al brujo que le devolviera los objetos entregados. Míster Rocco no sólo no se amedrentó, sino que llegó a amenazar de muerte a la mujer y a su familia. Cada vez que aquélla pedía la devolución de lo entregado, las amenazas se repetían. Harta de todo, decidió denunciarlo en comisaría.
Los funcionarios que escucharon el relato de la mujer se quedaron un poco sorprendidos. La historia del guacamayo les sonaba. Ese sistema sólo podía utilizarlo una persona, la misma que hace ahora casi un año fue detenida por estafar varios millones de pesetas a tres hombres, aquejados de diversos males sentimentales.
Una vieja historia
Los funcionarios que procedieron a detenerle sabían de quién se trataba. Recordaban cómo en diciembre de 1988 presentó denuncia contra dos hombres que habían robado su casa del barrio del Pilar. Recordaban también cómo uno de ellos, Miguel Ángel B., de 37 años, ejecutivo empresarial, accedió hasta lo increíble para conseguir que Roberto Ibiruco le consiguiera relaciones con dos mujeres que trabajaban en su empresa.Este hombre también abonó medio millón de pesetas por un guacamayo que jamás vio. Pero tras el hechizo las dos mujeres a las que deseaba se le resistían igual que antes. Míster Rocco convenció de nuevo al ejecutivo para que comprara otro guacamayo, pero ahora más caro: 570.000 pesetas. El primo (víctima de un timo) pagó la cantidad con varios aparatos de alta fidelidad, un vídeo y un arpa paraguaya valorada en varios millones de pesetas.
El timador fue más allá. Pidió al supuesto estafado que se masturbase y depositara el esperma en un cucurucho de papel con garabatos de tipo oriental para utilizarlo en su rito del guacamayo Miguel Ángel aceptó.
¿Resultado? Ninguno. Miguel Ángel y un amigo suyo José María S., de 30 años, que también había acudido a la consulta del tal Rocco, llegaron a la conclusión de que el presunto brujo les engañaba. Por ello decidieron acabar con toda la comedia.
Asaltaron entonces la vivienda del brujo, donde sustrajeron dos televisores, tres cadenas musicales, estatuillas chinas, 480.000 pesetas en metálico y joyas valoradas en 30 millones de pesetas.
Ni corto ni perezoso, Ibiruco, que dice ser escritor de: guiones de cine y televisión, denunció a los asaltantes. Posteriormente, también fue detenido él, acusado de estafa.
Tanto en aquella ocasión como en esta última detención, durante el fin de semana pasado, el mago estaba tranquilamente en su casa, ya que está convencido, según declaró en su última comparecencia en comisaría, de que sus métodos no son delictivos. De los guacamayos nunca se supo nada.
Según fuentes policiales, Roberto Ibiruco, asturiano de 46 años, únicamente tiene en su ficha policial este antecedente por tan elaborado timo. Las mismas fuentes han señalado que se encontraba en libertad por decisión judicial, aunque no han podido precisar si cumplió algún tipo de condena por los hechos anteriormente descritos o si fue puesto en libertad sin cargos.
En aquella ocasión, el detenido, que negó todas las acusaciones, declaró que el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, y el líder conservador Manuel Fraga figuraban también entre sus clientes.
Incluso llegó a declarar que no era cierto que utilizará guacamayos para su misión, puesto que tales aves exóticas, dijo, "sólo se emplean para realizar exorcismos". De eso a la policía no le cabe duda. Este todopoderoso sanador de males jamás ha empleado un guacamayo. Ahora la policía ha vuelto a enviar al juez a Roberto Ibiruco.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.