Montar un burdel
Las encuestas nos presentan al nuevo hombre español como un ser racional, dispuesto a compartir responsabilidades y puestos de trabajo con las mujeres. ¡Estamos de parabienes! Con este alentador panorama en mente me lanzo, después de 15 años de inactividad laboral, a crear una empresa con una amiga.Quedo citada para alquilar una oficina en el portal de un moderno edificio. La charla es informal y gira en torno al contrato, avales, etcétera, discurriendo por los cauces habituales, hasta que el conserje, habiendo oído que las empresarias en ciernes somos dos mujeres, asoma la cabeza y con mirada pícara procede a advertir al propietario de los peligros que acechan al incauto que osa alquilar un piso- a "estas señoras moninas". "Después de todo, vaya uno a saber si lo que quieren montar no es en realidad una tapadera para un salón de relás o masajes de ésos".
Se me aflojan las rodillas y miro boquiabierta al propietario (señor poco dado a salir en defensa del honor de ninguna mujer que no sea la suya), que tiene los estatutos de mi empresa en la mano. Descubro que tiene cierta tendencia a quedarse sin habla. Mantengo la calma e, ignorando al conserje, prosigo hablando sobre el traspaso del teléfono. El entrometido portero asoma la cabeza una vez más y vuelve a la carga: "Uy, uy, uy, mire usted, a mí estos argentinos, chilenos, puertorriqueños, me dan una mala espina...". El propietario (señor poco dado a salir en defensa de sus propiedades, aun siendo suyas), tragóse definitivamente la lengua, pero no sin antes esbozar una sonrisa.
Deseando haber nacido, como Orlando, con la posibilidad de transformarme en hombre para hundirle los dientes al, portero, le informo que llevo 17 años en este país, lo llamo mal nacido y me despido del propietario timorato y, por ende, de mi futuro despacho. "Gracias que no le pego, porque es usted una señora, que si no...". Les explico a mis hijas que ser acusada de querer montar un burdel, o que te traten de sudaca, no es tan grave. Además, el día que quieran alquilar una oficina no forzosamente se van a topar con un mudo, pero que, por las dudas, no dejen de ir siempre, siempre, acompañadas por un hombre.-
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