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LA PRECAMPAÑA ELECTORAL

Un estudio encargado por el PP asegura que la 'mili' obligatoria carece de legitimación social en España

Miguel González

El servicio militar atraviesa en España una "crisis de legitimación social"; es decir, carece del apoyo indispensable a toda institución en una sociedad democrática. Esta situación se ha agravado en los últimos años, dañando la imagen del Ejército y provocando un rechazo hacia todo compromiso con la Defensa, según el estudio realizado por Ignacio Cosidó, del Grupo de Estudios Estratégicos, por encargo de la Fundación José Canalejas, ligada al Partido Popular.

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En 1960, el 73,7% de los jóvenes españoles consideraba que el servicio militar obligatorio era útil y necesario (Primera Encuesta Nacional de Juventud); en 1975, sólo un 50,5% de los encuestados seguía pensando de igual modo (Segunda Encuesta Nacional de Juventud); diez años después, en 1985, nada más que un 14% de quienes tenían entre 18 y 30 años se declaraban a favor del reclutamiento forzoso (Encuesta ECO sobre el servicio militar); en 1986, los partidarios de dicha fórmula se limitaban al 12% (Encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas).El análisis comparativo de estas encuestas, las más importantes de las realizadas en España sobre el tema, sirve a Cosidó para argumentar lo que califica de "quiebra de la legitimación social" de la mili. El cambio de actitud de los jóvenes en las últimas tres décadas no se limita al sistema de reclutamiento, sino que afecta a aspectos más profundos, Así, en 1960, un 80,5% de los mismos aseguraban estar dispuestos a dar su vida por la patria; mientras que este porcentaje bajaba hasta el 28,5% en 1986.

El creciente rechazo de los jóvenes hacia la mili está relacionado con la creencia, cada vez más extendida, en su inutilidad. A principios de los sesenta, el 51,5% de los jóvenes se declaraban convencidos de la eficacia práctica de la formación recibida durante el servicio militar; en 1975, esta opinión sólo la compartían el 50,5% de los encuestados; en 1986, quienes creían que la mili era negativa para su formación profesional, cívica, cultural y humana superaban ya a los que opinaban lo contrario.

La encuesta del CIS, de 1986, señalaba que más de la mitad de los jóvenes estaban en desacuerdo con la idea de que el servicio militar les ayuda a madurar personalmente o les da una formación profesional útil y sólo compartían la afirmación de que éste "permite conocer y establecer relaciones con jóvenes de otras procedencias". "Parece claro", afirma el autor del estudio, "que si en otros tiempos hubo una conciencia generalizada de la utilidad del servicio militar para los propios jóvenes, hoy existe una generalizada opinión de que éste no sólo es absolutamente inútil, sino incluso perjudicial, para su formación".

Cosidó compara los resultados de las encuestas españolas con los del sondeo realizado en Francia por la empresa Sofres en 1986. Su conclusión es que la crisis del servicio militar obligatorio "es generalizada y no circunscrita a España". Sin embargo, el autor encuentra una preocupante diferencia entre el caso francés y el español: mientras en el país vecino la opinión sobre las Fuerzas Armadas mejora entre los jóvenes que ya han hecho la mili, en nuestro país se da el fenómeno inverso.

Factor de distanciamiento

Según la tercera Encuesta de Juventud, de 1985, la opinión sobre el Ejército del 40,5% de los preguntados empeoró tras la realización de la mili, mientras que sólo la del 11,8% mejoró. "Así como el servicio militar representa en Francia un mecanismo de integración entre la sociedad y las Fuerzas Armadas", afirma Cosidó, "en nuestro país es un factor de rechazo y distanciamiento".

El estudio asegura que el rechazo a la mili no lo es hacia lo militar en general y se basa, para afirmarlo, en el sondeo sobre grupos profesionales realizado en 1985 por OTR/IS, que coloca a los militares como el quinto colectivo más valorado, en un ranking de doce, por delante de sacerdotes o políticos. En su opinión, varios factores explican la escasa popularidad del servicio militar: el hecho de que mujeres y excedentes de cupo no estén obligados a hacerlo; la aparición de modelos alternativos, como el Ejército profesional; la extensión de la ideología pacifista; la resistencia a verse privado temporalmente de unas libertades recientemente adquiridas; el elevado coste personal y las malas condiciones en que se realiza; y la sensación de perder el tiempo de quienes lo cumplen.

Desde el punto de vista de la seguridad, lo más grave, según Cosidó, no es que la formación dada a los soldados en la mili sea deficiente, sino que genere en ellos una actitud de rechazo hacia las Fuerzas Armadas. "En caso de conflicto," argumenta, "resulta mucho más sencillo proporcionar un masiva formación militar básica a jóvenes predispuestos positivamente a ello, que quebrar una disposición negativa de toda una sociedad respecto a su propia defensa".

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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