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Cara de zapato

El primer ministro Ingvar Carlsson es un producto genuino del Estado del Bienestar sueco. Hijo de un mozo de almacén y de una enfermera, estudió Ciencias Políticas y Económicas gracias a becas y préstamos. Fue ascendiendo poco a poco dentro de las filas socialdemócratas. Ahora está en la cumbre, con 54 años muy bien llevados. Su mirada azul, como la de tantos otros millones de ojos nórdicos, llega a través de los cristales de unas gafas rosas y está coronada por un cabello que es rubio y blanco a la vez.Carlsson ha sido apodado cariñosamente como cara de zapato, y a pesar de que no tiene la brillantez de Palme, ha logrado llevar a su partido a una alta cifra de votantes, ya que el ciudadano sueco medio se identifica perfectamente con él. El jefe del Ejecutivo siente añoranza de cuando iba al ministerio en metro y en autobús, mientras ocupaba las carteras de Educación (1969-73), Vivienda (1973-76) y Medio Ambiente (1985-86). Ahora su servicio de seguridad no le permite plantearse tal cosa.

Carlsson es un gran aficionado al fútbol y no disimula su alegría cuando habla de la victoria de un equipo del sur de Suecia, el Malmoe, sobre un enemigo superior, el Inter de Milán, al que eliminó de la Copa de Europa el pasado 27 de septiembre.

Todos los caminos de las cifras han hecho comprender a los suecos que necesitan la expansión exterior de su potente economía a través de la conquista de nuevos mercados. De ahí su interés por acercarse a países en crecimiento rápido como España, que además ya forma parte de la CE y está gobernado por un partido afín.

Tampoco hay que olvidar que los 8.400.000 suecos adoran el sol y se sienten muy cómodos en nuestro país, al que visitan cada año unos 650.000. En 1988, los suecos exportaron a España por valor de 123.500 millones de pesetas y compraron por valor de 60.800 millones. Las exportaciones suecas a España ha experimentado un crecimiento del 235% desde 1984, mientras que las importaciones de productos españoles han crecido un 137%.

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