La muerte de Freud
Hace 50 años que murió Sigmund Freud, creador del psicoanálisis moderno. Fueron años de lucha contra la muerte. El cáncer de mandíbula le había sido diagnosticado a Freud hacía años. Pero él escogió un compañero para su debate. Su médico de cabecera como acompañante en su lucha interminable entre la vida y la muerte, vivida individualmente y proyectada en teoría como debate perpetuo entre los instintos de vida que Freud resume en el término eros y los instintos de muerte, tánatos.Desde que la vida apareció en el planeta, probablemente en el fondo de los océanos, nos explica didácticamente Freud, desde que nació la primera célula algo le lleva a unirse a otras células. Todo ser vivo se siente atraído por todo ser vivo. Y así es también en el mundo humano. Atracción de la vida por la vida. Hombres, adultos, mujeres, niños... El eros universal lleva a la célula a unirse a otras células en la evolución cósmica. Algo impulsa a la primera entidad viviente a unirse a otras complejidades y formar unidades superiores: peces, anfibios, aves, mamíferos, homínidos, seres humanos, entidades colectivas...
Pero también algo impulsa a la muerte. Lo fácil es morir. Lo difícil es vivir. La postura cómoda es la disolución de la complejidad proteínica, la caída en cascada de la vida celular en la horizontalidad oceánica.
Nace así el instinto de muerte, para el que Freud encontró un término tardíamente: tánatos. La vida contra la muerte. Un debate interminable. El cáncer de Freud avanzaba. Metástasis tras metástasis. Extracción de muelas, trozos de garganta. Despedía un hedor fétido. La convivencia con él resultaba difícil.
El momento llegó Freud y su hija Anna vivían en Londres, adonde habían huido del horror persecutorio nazi, como estos días los jóvenes de la República Democrática Alemana huyen al mundo libre. Sucedió en Londres hoy hace 50 años. Aquella noche, su médico de cabecera le comunicó a su hija que el momento había llegado. Freud fue inyectado con morfina, una droga contra cuyo abuso, como el del alcohol, él había luchado tanto, llegando incluso a probar la cocaína en lo que yo llamaría aventura juvenil freudiana a la que un Freud adulto y trabajador jamás permitieron convertirse en un cocainómano.
¿Puede un hombre dirigir su muerte? Es lícita la postura de escoger la muerte. Es función de la medicina defender la vida y la calidad de vida. "Ahórrenme sufrimientos gratuitos", había dicho Freud. ¿Es gratuito todo sufrimiento? No, cuando el sufrimiento va aparejado a la construcción de la vida. El sufrimiento de Freud siempre estuvo aparejado a la continuidad del trabajo analítico.
La supremacía de la vida es eterna, y Freud se equivocó, según Erich Fromm, psicoanalista austriaco que vivió en México. Pero el psicoanalista norteamericano Herbert Marcuse reivindicó un Freud en el que está tácitamente expresada la equivalencia del principio de la vida y de la muerte. Es igual vivir que morir, según alguna corriente psicoanalítica. Pero nunca es justificable el suicidio. Morir sí, pero en su momento, tras elaborar el amor.
Para el autor de Eros y civilización se dan ya las condiciones objetivas para eludir ciertas dosis de sufrimiento y dolor. Ya no hay por qué supeditar siempre el principio del placer al de realidad. Se puede trabajar placenteramente y se puede disfrutar viviendo, sin caer en la postura hedonista.
Pero siguen siendo válidas las consideraciones freudianas sobre la supeditación del principio del placer al principio de realidad. Al menos en el tiempo. El orgasmo no puede, no debe ser ya. Hay que aprender a esperar, a resistir. Están antes la caricia y el beso. Es necesario superar la postura masturbatoria y la eyaculación precoz. Es necesario aprender a esperar. Es necesario aprender a amar-
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