Es de Cintruénigo y se llama Sergio
Si hubiera sido de Ronda y se llamara Cayetano -como aquel diestro legendario de histórica crónica-, a ese novillero espigado que ayer bulló en Las Ventas le habría aplicado la afición el calibrador del arte, con poco halagüeños resultados para su futuro. Pero como era de Cintruénigo y se llamaba Sergio, la afición le aplicó el calibrador de la voluntad y la técnica lidiadora, con resultados óptimos y todos los pronunciamientos favorables que son del caso.Juzgó la afición -que, en Las Ventas, es juzgadora de suyo-, sacó sus conclusiones provisionales, y dijo que allí había torero, con cuanto significa tal veredicto, viniendo de afición tan juzgadora de suyo. No sin matices, claro, y la afición tuvo muy en cuenta que provenía de tierras menos cálidas que las rondeñas, para justificar la sequedad del torero Sergio, espigado y bullidor, voluntarioso, ágil y valiente.
Garcibravo / Luguillano, Blázquez, Sánchez
Cinco novillos de Garcibravo, bien presentados, inválidos y de poco juego; 3º, sobrero de Couto de Fornilhos, terciado pero con trapío y encastado. David Luguillano: dos pinchazos bajos y otro alto (silencio); pinchazo hondo muy bajo y rueda de peones (silencio). Víctor Manuel Blázquez: pinchazo, estocada corta baja y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada (ovación y salida al tercio). Sergio Sánchez: estocada y dos descabellos (escasa petición y vuelta con algunas protestas); estocada corta tendida delantera caída (palmas).Plaza de Las Ventas, 24 de septiembre.
También es cierto que le co rrespondió el mejor novillo. En realidad, el único novillo encas tado de la tarde, y hubo de ser sobrero, porque los de la gana dería titular perdían las mano a poco de saltar a la arena, hocicaban, y en el último tercio se quedaban en mitad de lasuerte, cuando no paradotes antes de ella, y estas son bovinas actitudes que imposibilitan el ejercicio del toreo, da los mismo que su artífice sea de Ronda o de Cintruénigo.
Al mejor novillo, chiquito pero seriecillo él, portugués hierro señero de Couto de Fornilhos, Sergio Sánchez le capeó recio a la verónica y por chicuelinas, le cuarteó tras veloces correteos por el ruedo fáciles pares de banderillas, le muleteó animoso y movido, le mató por arriba volcándose sobre el novillo. Que fuera el mejor novillo, encastadito y todo lo demás, no quiere decir en absoluto que resultara fácil. Por el contrario, la casta aquella, motor de una embestida agresiva y codiciosa, daba mérito a la faena y ponía a prueba tanto la fortaleza anímica como la preparación técnica del muletero.
Emocionante pedresina
Ambas virtudes atesoraba Sergio Sánchez, que inició la faena en el centro del ruedo con una emocionante pedresina, ligada con un pase por alto, redondos bien templados, el pase de pecho, y ahí quedó eso. Después hubo más redondos, y naturales, y finalmente manoletinas donde la decisión del torero era patente, aunque era patente también su predisposición a rectificar terrenos en el remate de los pases, con el resultado lógico de que la faena transcu rría vibrante pero también escasamente ligada. No es el único coletudo de la época que no liga los pases, por otra parte. Encopetadas figuras del torero lo hacen cada tarde, y con toros menos agresivos y codiciosos que el polvorilla, herrado Coto de Fornilhos.El público ovacionó la estampa bellísima del último novillo, un ejemplar de trapío, muy serio y cornalón, que además hermoseaba su gallarda corpulencia con una preciosa capa de encendido color castaño. Minutos más tarde ya se estaba arrepintiendo el público de la ovación, porque ese animal no se tenía en pie. En el último tramo de su vida estuvo contemplando el guapo novillo castaño la muleta que tenazmente le mostraba Sergio Sánchez, sin tomarla ni por curiosidad, y finalmente optó por sentarse, con total desvergüenza.
Los novillos titulares -los cinco, más uno que devolvieron al corral por tullido- salieron de semejante corte, más o menos. Bien presentados, sin exceso de carnes, que tampoco hacen falta; pero inválidos de extraña invalidez, con poquito recorrido para la muleta, o tardeando, o quedándose a mitad de la suerte, o remisos a embestir, o todo ello a la vez, según los casos. David Luguillano, torero de agitanada estampa y evidentes inquietudes artísticas, apuntó breves detalles de su estilo, aguantó algunos parones, no aguantó otros, y vista la imposibilidad de hacer el toreo a gusto, abrevió, e hizo bien.
Víctor Manuel Blázquez, que en el primero de la tarde ciñó un finísimo quite por chicuelinas y en el quinto bonitas verónicas del delantal, se empeñó en hacerle faena completa al segundo, un inválido absoluto que quizá se lastimó los brazuelos al tomar la primera vara. Nadie le tuvo en cuenta semejante pretensión, por supuesto. Sin embargo muleteó al quinto -otro desmedrado novillete sin ganas de embestir- con aplomo y torería, y aunque el animalejo tampoco tenía recorrido, consiguió encelarle, tirar de él -que dicen en la jerga- y cuajó una excelente tanda de naturales, que causaron sensación. Tanto mando, tanto gusto y tanta cadencia puso Víctor Manuel Blázquez en esos naturales, que parecía de Ronda, y resulta que es de Burjasot. Como decía Don Mariano, esta es la demostración de que el arte no conoce fronteras. Y apostillaba la afición: "Qué verdad es esa, Don Mariano".
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