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Las elecciones en Noruega ponen en peligro el Estado del bienestar

ENVIADO ESPECIAL Los observadores políticos coinciden en afirmar que las elecciones parlamentarias que se celebran entre mañana domingo y el lunes en Noruega son quizá las más importantes desde la Il Guerra Mundial. Lo que está en juego, han dicho los analistas y lo han repetido algunos líderes políticos, no es la alternancia en el Gobierno ni la distribución de los escaños en el Parlamento, sino el propio Estado de bienestar construido básicamente a impulsos del Partido Laborista aunque con un progresivo consenso de casi todas las fuerzas políticas del país.

El desafío proviene de una fuerza de extrema derecha, el llamado Partido del Progreso, que encabeza Carl I. Hagen, quien, según las encuestas, obtendrá un porcentaje de votos de entre un 15% y un 20%. Si se tiene en cuenta que en las elecciones de 1985 este partido obtuvo el 3,7% de los votos, lo que le significó cuatro escaños en el Stortinget (Parlamento), se comprenderá la alarma de la clase política, máxime cuando la prédica de Hagen, un líder joven y carismático, apunta contra la filosofia política de solidaridad y justicia distributiva sobre la que se ha construido el Estado de bienestar noruego y que incluye la ayuda al desarrollo de los países pobres y la recepción de extranjeros, refugiados o no, que han sido uno de los blancos predilectos de la propaganda ultraderechista.

Partido del descontento

El crecimiento del Partido del Progreso, conocido como el partido del descontento, ha sido principalmente a costa del Partido Conservador, que en las elecciones anteriores obtuvo un 30,4%, y al que las encuestas le asignan alrededor de un 23%.

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El Partido Laborista se enfrenta al mayor desafío planteado en los últimos tiempos, y aunque su líder, la dirigente Gro Harlem Brundtland, sigue disfrutando como figura política de una alta popularidad, no ha podido evitar el desgaste producido por haber tenido que conducir su Gobierno en tiempos difíciles. De acuerdo con los resultados de las elecciones de 1985, una coalición burguesa presidida por el conservador Kaare Willoch, conjuntamente con los partidos Popular Cristiano y del Centro, gobernó el país en mínoría dependiendo de los votos de Hagen. La crisis económica, agravada súbitamente con la caída de los precios del crudo, impuso la adopción de unas medidas que n contaron con mayoría parlamentaría, por lo que Willoch optó por renunciar ocho meses después de asumir su cargo.

Gro Harlem, aun sabiendo que gobernar en tales condiciones y sin mayoría le supondría un alto coste político, asumió su responsabilidad como líder del partido mayoritario y formó el Gobierno que adquirió notoriedad internacional, entre otras cosas por contar con ocho ministras. Debió adoptar medidas impopulares. Su partido, que en 1985 obtuvo el 40,9% de los votos, ha sufrido un desgaste que lo sitúa ahora en un probable 33%.

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