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¡Cornalones!

Molero / Parada, Camino, Boni

Toros de Molero hermanos, con trapío, cornalones y astifinos, de juego desigual. José Luis Parada: tres pinchazos bajos y estocada corta baja (silencio); cuatro pinchazos y descabello (silencio). Rafi Camino: estocada (oreja); pinchazo hondo -aviso con retraso- y siete descabellos (silencio). Boni: dos pinchazos, media atravesada, otros dos pinchazos -primer aviso-, tres pinchazos más, descabello -segundo aviso- y descabellos (silencio); bajonazo descarado y rueda de peones (vuelta por su cuenta). Plaza de Guadalajara, 6 de septiembre. Primera corrida de feria.

"Ahí va, que pedazo de cornalón!" decía la gente, refiriéndose al toro -a quién iba a ser- y ponía los ojos como platos. Los taurinos se daban codazos o se echaban las manos a la cabeza al ver engallado en el ruedo al primer toro, que sobre cornalón de vueltos cuernos era astifino. Explican los taurinos que los toros no pueden ser cornalones pues en la dehesa les pica el cuerno y al rascarse en las piedras se les gasta. Ja,ja,ja. Gente graciosa, los taurinos. Será, entonces, que a los toros de Molero lidiados en Guadalajara no les picó el cuerno en la dehesa y si les picó, se aguantaron, de puro machos.

Y machos eran. No sólo porque les bamboleaba enorme allá abajo el carné de identidad -¡Menúo carné d'identidá tiene!, se oía decir también- sino porque, a excepción de algún inválido, tenían la fuerza riñonera, la viveza embestidora y el genio feroche que son propios del toro de lidia en su estado químicamente puro. Y alguno añadió violencia, como el sexto, que arrolló a un peón y, recogiéndole del suelo, le campaneó en las astas.

No se les caían a los toros las orejas. Era preciso ganarlas, y si sólo se ganó una, no fue por falta de voluntad de los diestros. Los diestros estuvieron voluntariosos. Ocurrió, sin embargo, que el de mejor técnica -Rafi Camino-, se encontró con el toro más potable -el segundo- y su síntesis produjo el arte de torear. Rafi Camino ha sacado a final de temporada la decisión que pareció faltarle al principio, y pues el toreo le viene de casta, desgranó una faena pespunteada de calidades. El mérito de Rafi Camino consistió en el temple y la ligazón con que embarcó por naturales la cansina embestida del toro. Lo malo es que se pasó de faena, costumbre muy arraigada en los coletudos contemporáneos.

Muchas veces ocurre que, después de una estupenda faena, sale el taurinillo listo de turno y pone reparos: "Ese toro aún tenía más pases". Es un latiguillo de tentadero que aplican a las corridas, sin tener en cuenta que se trata de ejercicios distintos. En la corrida, una vez toreado a modo, el toro "pide la muerte" y cualquier muletazo que se le añada, ya es pasarle de faena. Bueno, pues Rafi Camino, después de que el toro le pidiera la muerte, aún dió varias docenas más. Al quinto, distraído de carácter, le dobló la ración, y escuchó un aviso.

La misma incontinencia muleteril padecían sus compañeros de terna, a fin de cuentas coletudos contemporáneos. José Luis Parada estuvo sobeteando insistentemente sendos toros de escasa fijeza para encajarles derechazos. Boni pegaba pases a destajo. El pegapasismo debe de ser un virus.

A Boni le desbordó el genio del tercer toro. Había consenso respecto a que le faltaba otra vara al toro, y seguramente le faltaba, sí, para tomar el engaño con la resignación que el toreo moderno requiere, pero no para que el toreo verdadero se produjera en toda su dimensión, que incluye valor y técnica. A la fuerte embestida correspondió Boni con valor, no con técnica, y el toro áspero le acabó dando guerra. Al sexto le iristrumentó con más voluntad que gusto una interminable faena, lo que, dicho así, parecerá cualquier cosa, pero se la hacía a un toro cuajado de los que no se rascan de puro machos, y eso tiene mucha importancia.

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