Acordarse de la madre
Las respectivas madres, y algún que otro familiar de primer grado, de toreros y algunos espectadores fueron armas verbales que se dispararon con inquina ambos contendientes. El intercambio de insultos dio color a un festejo anodino y aburrido, tanto por culpa de los maulones toros de Hernández Plá, como de los matadores, que se fueron contagiando y desengañando de la absoluta falta de sangre brava que corría por las venas de los bicornes.Claro que para desengaño auténtico, el que aguantaron las estruendosas y alegres peñas, cuyo,s jaranosos componentes no encontraban motivos para sus cánticos. Y el del público en general, parte del cual se solidarizó con las peñas que, finalmente, hallaron motivos para su solaz: despedir a almohadillazos a Ruiz Miguel y Manili.
Hernández / Ruiz Miguel, Manili, El Boni
Toros de Hernández Pla, desiguales de presentación, mansos y flojos. Ruiz Miguel: pinchazo, media desprendida y dos descabellos (palmas); dos pinchazos sin soltar y estocada tendida (pitos). Manili: estocada contraria (silencio); estocada atravesada y dos descabellos (pitos). El Boni: pinchazo y estocada que asoma (silencio); media caída y nueve descabellos; aviso con retraso (silencio). Plaza de San Sebastián de los Reyes, 26 de agosto. Segunda de feria.
Además, este agrupado y heterogéneo sector profería invectivas contra esos diestros, acordándose nuevamente de sus respectivas progenitoras. El mayoral de la ganadería logró, con gran habilidad y astucia, pasar desapercibido y escapar de la tormenta, pues también hubo quien preguntó por él. Sin embargo, pocos se acordaron de las madres de los toros, sospechosísimas de haber logrado escapar alguna noche de las dehesas y aprovechar, alevosamente, para folgar con algún animal morucho y no apto para la lidia. Puede que ni bovino.
Y así de descastados y boyancones salieron sus retoños. La antítesis de aquel glorioso Capitán, lidiado en las Ventas hace 10 años y que fue paladín de la divisa por su bravura sin igual. Éstos no eran ni sargentos chusqueros.
Con el que abrió plaza, incierto y calamocheante, ocurrió el primer incidente. Cuando un demasiado bailador Ruiz Miguel cometió la torpeza de hacerle el péndulo, el aninial le arrolló dramáticamente. Ruiz Miguel se libró de un grave percance de milagro, y entonces una voz le espetó desde el tendido: "Si es que no sabes, toréale por la izquierda".
El maltrecho diestro, esta vez con la solidaridad de casi todo el cotarro, se volvió y relacionó a la madre del vociferante con la más antigua profesión. No le gustó el cuarto, con razón, pero tampoco le dió la lidia de castigo que su mansa catadura requería.
Manili también la tuvo con un grupito de parroquianos zuar.do abrevió con el segundo, cuyos clisos no veían bien. El de Cantillana, que parece haberse tomado un año sabático, abrevió más con el quinto. Sólo la decisión de El Boni hizo alborear leves destellos de buen toreo. Pero su primero no valía ni para eso, y al que cerró plaza lo descabelló a la última y diluyó sus méritos muleteriles. Al menos su entrega fue aplaudida al retirarse y nadie le mencionó a la familia.
Babelia
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