Matraca 'acid'
No soy muy dado a frecuentar lugares cuyas características principales son: una presencia masiva de público, un elevado precio de las consumiciones y una lucha casi desgarradora por conseguirlas. No obstante, he de admitir que cuando hace unos años las terrazas de la Castellana se pusieron de moda, acudí en varias ocasiones a sacudir mis nervios por allí. Pronto me desengañé y decidí volver a los bares cutres de siempre, que tanto me apasionan.Allí es fácil ir de la barra a los servicios, el camarero tiene siempre un momento para la cháchara, y por el precio de una consumición en la Costa Castellana puedes pasar casi toda la noche (además yo no tengo moto que poner en mitad de la acera).
Hace un par de días, el destino me obligó a regresar a las noches de tan ancha calle. La temperatura era agradable y la compañía también.
Pero apenas llevábamos diez minutos con el vaso en la mano nos apercibimos de que por los bafles colocados a lo largo de la terraza emergía un torturante ronroneo de golpes metalizados y de gritos tartamudos. Sí, eso que llaman acid house y que calificaban, acertadamente, en una revista de estas últimas semanas que es "corno escuchar la lavadora". Fue materialmente imposible aguantar allí más de media hora.
Me parece maravilloso que en discotecas, lugares donde la música es lo principal, pongan este tipo de ruido para que la gente lo baile y lo sienta. Pero opino que una terraza es un lugar de encuentro al aire libre, donde lo que prima es una conversación agradable, unas risas, unas copas, donde la música es el fondo y no el principio... y donde además nadie baila.
Considero por lo tanto que un ratillo con esta clase de música estaría bien para que hubiese variedad, pero que toda la noche con esa matraca queda totalmente fuera de lugar. -
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