La vuelta del tranvía
Me congratula que entre las cartas publicadas en EL PAÍS se exprese de una manera tan diáfana una propuesta racional ante el caos circulatorio que afecta actualmente a nuestras grandes ciudades, como podría ser la implantación de tranvías modernos o, lo que es lo mismo, de metros ligeros.Con una clarividencia elogiable, Javier Tobar, en esta misma sección de EL PAÍS, el pasado 31 de mayo nos planteaba, ante el cuello de botella que sufren las entradas de las grandes urbes, la solución alternativa de instalar líneas de tranvía paralelas a las autopistas de acceso, que al mismo tiempo de entrar de forma rápida y fluida a las ciudades provocarían la envidia y el cambio de parecer en algunos de los miles de automovilistas atrapados en alguno de los atascos habituales. Ya en la ciudad, los tranvías se insertarían en el tráfico urbano por las grandes avenidas mediante la reconversión de los carriles-bus en carriles-tran.
Y todo esto, qué es, ¿ciencia ficción? No, esto es ya una realidad. No citaré ejemplos lejanos como en Calgary, en Boston o en San Francisco, con su muni (que no tiene nada que ver con los típicos y entrañables cable-cars), o como en la desarrollada Alemania Occidental, donde cualquier ciudad que se precie de ser algo importante posee su red de tranvías urbanos y suburbanos, sino que voy a citar recientes experiencias de nuestro Estado vecino: Francia.
Allí, tras la consolidación de las redes de tranvías urbanos de Lille, Saint Étienne y Marsella, en 1985, Nantes inauguraba una red de nueva planta. El éxito espectacular animaba a Grenoble a seguir el ejemplo, y en septiembre de 1987 se inauguraban sus tranvías, modernos, aerodinámicos, silenciosos, rápidos, con eficaces frenos tipo ABS, no contaminantes, sin escaleras ni túneles de acceso, e iluminados desde el alba al anochecer con la más bella y más barata de las energías: la luz solar.
El éxito del experimento ha sido tal que existen ya otros proyectos avanzados en Reims, Estrasburgo y de Saint Denis a Bobigny (junto a París). En resumen, el tranvía moderno se ha puesto en marcha. Ahora sólo cabe conjugarlo con la racionalidad económica y con la salud ambiental para que retorne con eficacia a las avenidas de nuestras ciudades.-
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