Teología
La teología es un modo de hilar. Una puntada conduce a otra y así bajo el silencio de las esferas los teólogos van tejiendo a un Dios con cenefas, dogmas, grecas y silogismos. Con esta fina labor de la mente también se puede realizar un jeroglífico sobre un tapiz o bordar el enigma de cualquier deidad en un almohadón mientras nuestro mundo se hunde. Un buen teólogo es aquel que sigue haciendo teología aun después de haber llegado a la certeza de que Dios no existe. Sin duda, Ratzinger es un buen teólogo, un artista con la aguja. Este hombre acaba de decir que los cristianos deberían pensar menos en la justicia social y más en la resurrección de la carne. Razón no le falta, pero creo que antes de resucitar habría que tomar algo. ¿Qué le parece un pincho de tortilla?No está de moda la resurrección y tampoco se lleva ser pobre. Ahora la última novedad consiste en llegar completamente agotado a la sepultura después de haber convertido la existencia en una feria del juguete. Ser guapo, acuchillarse, atracar un banco, vestirse de malva, seducir a las máquinas, pilotar como un bólido el propio cuerpo para recibir todos los placeres vertiginosamente por cada uno de los orifÍcios que tiene nuestra carne y al final de esta ráfaga vislumbrar una lápida y aplastar contra ella el carné de identidad con un golpe mortal: así se baila hoy el mambo. La gente cae rendida en la fosa y luego le da una enorme pereza resucitar. ¿Qué podría depararnos la otra vida? Con hilo de plata los teólogos sobre nuestra ignorancia han enhebrado a un Dios omnipotente que va a ofrecernos como premio sólo la necesidad de contemplarlo durante toda la eternidad. Aunque este espectáculo se amenice con una degustación de pasteles variados mientras suena infinitamente el Bolero de Ravel no habrá santo que resista el tedio. La gente prefiere hacer el pavo en una discoteca aquí en la tierra y pedir un helado de fresa antes del viático. Los elegantes están dispuestos a cambiar la inmortalidad por una corbata italiana. Ésa es la nueva teología.
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