A trote ligero
ENVIADO ESPECIAL Madames, messieurs: le Roi! Y aparece el rey, un Luis XVI guapetón, de opereta, montando un precioso caballo pinto, uno de esos caballos de circo que parecen pintados, de piel -falseada, con unos cascos que parecen lustrados por un limpiabotas.
El circo Alexis Gruss actúa en Aviñón, y Alexis es el rey. El circo de Alexis, en el que trabaja su numerosa familia, es el descendiente directo del circo Marinetti, fundado en 1854. Más de 130 años de tradición, si bien el circo en este tiempo ha cambiado diversas veces de nombre: Marinetti, Gruss-Ricono, Gruss-Jeannet, Radio Circus... Hasta llegar a 1971, en que Alexis y su padre André le devolvieron su verdadera identidad: Cirque Gruss.
Circo Alexis Gruss
Vestuario de Yannis Kokkos. Producción del circo Gruss. Festival de Aviñón.
Ignoro cuál es la razón que ha movido a Crombecque, director de Aviñón, a invitar al circo Gruss. ¿Como contrapartida al Zíngaro? No lo creo. El Zíngaro es un híbrido de circo y de teatro y tiene su lugar en Aviñón. En cambio, el Gruss es un circo tradicional, eminentemente ecuestre, sin nada que destaque en él, a no ser el árbol genealógico y su condición de circo nacional de Francia.
El circo Gruss es un buen circo. Sus caballos son tan buenos o mejores que los de Bartabas (Zíngaro) y los ejercicios de doma clásica y las piruetas y juegos malabares que ejecutan jinetes y amazonas son excelentes. Lo malo del circo Gruss es que es muy francés -¡Le Roi!- y un pelo cursi. Su rememoración de los últimos y tensos momentos de Versalles antes de la Revolución suena falsa en medio de ese Festival en el que lo que priva es la mueca al bicentenario. Da la sensación como si los Gruss, tan guapos, tan simpáticos, tan señores, fuesen una pequeña concesión que el Festival hace a la derecha aviñonense, tan patriotera.
El circo Gruss se halla ubicado en el patio del viejo palacio arzobispal, en una pista de 15 metros de diámetro, colocada en un ángulo del patio, con el público alrededor, en semicírculo. Los caballos permanecen en la calle y van entrando a medida que su número los requiere. Cuando termina el espectáculo, los caballos, que se dirigen a sus cuadras respectivas, te acompañan un trecho por las angostas callejas, camino de la Plaza del Reloj, donde aguardan los rubios y espumosos bocks de cerveza. Resulta agradable, despues de una semana pasada en compañía de una puta vieja como Celestina,del ciego Edipo, de la señorita Julia, o de una Fedra posmoderna, caminar un trecho junto a una hermosa yegua que se mueve y se pasea con un movimiento de caderas "coino el que tendría una giganta andando desnuda por la pista. ¡Oh, la enorme mujer sin camisa."' (Ramón Gómez de la Serna).
Babelia
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