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Tribuna:EL OMBUDSMAN
Tribuna
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El silencio

Siempre se ha dicho que el silencio es la forma más sutil de censura. Los mexicanos lo denominan ninguneo, y en España se acuñó, con un punto de cinismo, aquello de "que hablen de mí, aunque sea bien". Los diarios, como cualquier otro medio de comunicación, son juzgados tanto por lo que dicen como por lo que callan, y reciben constantes presiones, unas legítimas y otras no tanto, para que se ocupen de determinados hechos personas, empresas, partidos o sindicatos. Las presiones vienen de todas partes y pueden ser sutiles o burdas. Pueden revestir la forma de campañas de desprestigio, amenazas de retirada de publicidad o, incluso, el bloqueo de las comunicaciones del diario. El silencio informativo inquieta a algunos de nuestros lectores.Un ejemplo es el de Manuel López, periodista y profesor en Barcelona, que se ha dirigido al defensor de los lectores sobre la falta de cobertura informativa de EL PAÍS del Encuentro abierto de periodistas que se desarrolló en Madrid los pasados 24 y 25 de junio, convocado por CC OO y la Unión de Periodistas. La queja es la siguiente:

Una colaboradora de este diario asistió a la reunión y tomó notas de lo que allí se dijo. Propuso publicar su crónica a tres secciones distintas -Internacional, Sociedad y Economía-, pero no fue aceptada por ninguno de los jefes de esas secciones. El lector, que participaba en la reunión y que esperaba que el diario recogiera la información, formula las siguientes preguntas:

¿Por qué no envió el jefe de Sociedad, o el de la sección responsable, a un o a una periodista para cubrir un encuentro que, como mínimo, sugería temas de interés periodístico susceptibles de atraer a una parte de los lectores? ¿Por qué rechazó la crónica ofrecida voluntariamente por su redactora? ¿Por qué no se ha recuperado el tema mediante el agradecido tema periodístico del reportaje, que permite la recreación y la profundización? ¿Se han dado instrucciones en su diario -cosa harto improbable- para que no se traten temas internos de la profesión periodística? ¿Qué hacer ante los silencios de algunos medios sobre temas de candente actualidad como son las denuncias a lo largo del encuentro de periodistas (falta de libertad de expresión en Prensa, radio y televisión en España)?".

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La jefe de la sección de Sociedad, Malén Aznárez, que aborda los temas profesionales, y entre ellos el de los medios de comunicación, conocía la existencia del encuentro y decidió no incluirlo entre sus prioridades informativas de ese día. La propuesta posterior de la colaboradora no suscitó su interés y por ello no incluyó en sus páginas la crónica que se le ofreció. Lo mismo ocurrió con los otros jefes de sección. La decisión, discutible, responde al criterio profesional del responsable de un área informativa que diariamente debe decidir, en libertad, cuáles son las noticias que más interesan a los lectores. Los responsables de área aciertan y se equivocan bajo la supervisión de la dirección del diario. Trazar la línea entre el acierto y el error es el secreto sin respuesta de esta profesión.

El silencio informativo desasosiega al que lo padece con la penosidad que los griegos atribuían al ostracismo. El problema es bastante habitual. Artistas, cocineros, sindicalistas, conferenciantes, políticos, empresarios de las actividades más diversas y un sinfín de articulistas reclaman diariamente un sitio en el limitado espacio de un diario. El despecho de no verse atendidos provoca las reacciones más diversas. Sin embargo, el ejercicio de la profesión periodística arroja una verdad de Perogrullo: si todos los periodistas coincidieran en lo que es noticia, todos los medios de comunicación darían las mismas.

La experiencia demuestra que, en un sistema de libertades, la existencia de distintos medios de información es la garantía de que exista una mirada plural sobre la realidad, sin dirigismos ni ninguneos. Una mirada que el lector habitual de un periódico sabe interpretar con las matizaciones que su propio criterio impone, y que le llevan a buscar la información en ese medio y no en otros a su alcance. Es difícil que un hecho relevante escape al escrutinio de los medios de comunicación en una sociedad democrática que ha acabado con los monopolios. Puede que un hecho importante aparezca perdido entre otros mil irrelevantes, pero es difícil que no sea recogido. La atención que un medio presta a los asuntos que interesan a sus lectores es la garantía de su éxito. Y los medios escritos viven, básicamente, de tener lectores.La fiesta nacional

Varios lectores aficionados a los toros se quejan de la falta de atención que este diario presta a la llamada fiesta nacional. Además, algunos lectores que viven fuera de Madrid y reciben la primera edición protestan por el retraso de 24 horas con que aparecen las críticas de Joaquín Vidal, la pérdida de crónicas que han sido publicadas en la edición de Madrid y la repetición de artículos por su negligente recuperación de una edición a otra. José Luis Loarce Gómez, desde Matalascañas (Huelva); Antonio Liger Valverde, desde Sevilla, y Juan José Campos Madrid, desde Ciudad Real, han escrito al defensor de los lectores para que se subsanen estos errores.

Julia Luzán, jefa de Cultura y Espectáculos, sección en la que se publican las páginas de la lidia, responde a estas quejas: "En verano, las corridas de toros suelen terminar sobre las nueve de la noche. La ausencia de medios de transmisión en las plazas de toros obliga al crítico Joaquín Vidal a realizar auténticos récords: desplazarse hasta su transmisor, escribir y enviar su crónica, muchas veces en menos de una hora. Ésta se incluye sobre la marcha en la primera edición del diario, que empieza a imprimirse a las diez de la noche, como ocurrió en los sanfermines. De esta forma, las críticas de Joaquín Vidal aparecían al día siguiente en los ejemplares que llegaban a Pamplona, pero no en los que se distribuían en el sur de España. La recuperación de estas crónicas para las ediciones que no las han incluido provoca errores como los que describen los lectores. Tienen razón en su queja e intentaremos que no se repitan".

El horario de cierre de una edición se calcula en función del tiempo de impresión y de distribución, teniendo en cuenta las distancias que se tienen que cubrir y el medio de transporte que lo realiza. Por ejemplo, para que un ejemplar de EL PAÍS esté a las nueve de la mañana en Matalascañas (Huelva), sale a las diez de la noche por carretera a Sevilla, donde cambia de vehículo hacia Huelva. Allí, el distribuidor organiza el reparto hacia las diferentes localidades de la provincia. De la sincronización de redacción, impresión y distribución depende el servicio a los lectores.

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