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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enfriar la economía

LAS NOTICIAS económicas de los últimos días han tenido como denominador común su carácter preocupante. Desde las alarmantes hipótesis sobre la posible evolución de los intercambios de bienes y servicios con el exterior hasta los precios, pasando por las desafiantes declaraciones de altos cargos de la Administración sobre los sindicatos, todo parece indicar que está próximo el final de fase alcista del ciclo económico y que pronto tendremos que adentrarnos por los difíciles caminos del ajuste. Ni tan siquiera las cifras oficiales del paro registrado, torpemente presentadas ante la opinión pública, constituyen un elemento de tranquilidad, ya que, cuando se eliminan las variaciones estacionales, el número de parados permanece prácticamente invariable desde el mes de abril. En cuanto a los precios, el aumento del 0,6% registrado en junio supera en dos décimas al registrado en el mismo mes del año anterior; la tasa anual se ha colocado en el 7,1%, cifra ciertamente elevada, y el que los responsables del desaguisado hayan sido esta vez los precios de los productos alimenticios no debe ocultar que la llamada inflación "subyacente", es decir, el índice general descontando los productos agrícolas no elaborados y la energía, se sitúa en el 7,0%.El Gobierno parece haber llegado a la conclusión de que el crecimiento de la economía es excesivo y que los desequilibrios interno (inflación) y externo (balanza por cuenta corriente) deben ser corregidos sin tardanza. Para ello ha endurecido la política monetaria mediante una serie de medidas que van desde el aumento de los coeficientes de los bancos hasta las circulares a las instituciones financieras para que restrinjan el crédito a los particulares que desean adquirír bienes de consumo. La consecuencia inmediata, y previsible, ha sido la de un aumento de los tipos de interés, lo que ha provocado una nueva apreciación de la peseta en los mercados de cambio y una nueva reducción de la competitividad de nuestros productos en el exterior. Es cierto que no existen recetas milagrosas para salir de este círculo vicioso, pero, en cualquier caso, el recurso exclusivo a la política monetaria para moderar el crecimiento de la economía denota una valoración discutible de los instrumentos de la política económica: el Gobierno parece decidido a otorgar la máxima prioridad a la lucha contra la inflación, pero existe un grave y creciente problema de asignación de recursos a la exportación. La idea básica parece consistir en que a largo plazo la reducción de las tensiones inflacionistas facilitará la mejora de la competitividad, pero la cuestión que se plantea es la del tiempo que deberá transcurrir para que este efecto se produzca.

Refuerza esta idea la publicación de unos "escenarios" que reflejan la posible evolución del sector exterior con arreglo a tres hipótesis calificadas de optimista, pesimista y realista. Esta última prevé un déficit por cuenta corriente para el presente año de 10.000 millones de dólares, de 17.000 para el próximo y de casi 40.000 para 1992, cifras que no podrán plasmarse en la realidad, entre otras cosas porque no sería posible financiar desequilibríos de esa envergadura; su utilidad es de orden didáctico, pues viene a ilustrar la amplitud del desequilibrio de nuestras cuentas con el exterior y la necesidad imperiosa de corregirlos. Quienes sólo valoran los aspectos monetarios y financieros del problema piensan que cualquier déficit es tolerable si se puede financiar en los mercados internacionales, pero esta posición es muy peligrosa ya que de lo que se habla en realidad es de un aumento de la deuda exterior y del traslado de la carga de la misma a las generaciones venideras: el ejemplo de los países en vías de desarrollo y, recientemente, el de Estados Unidos debería ser meditado. Cuando se vive por encima de sus posibilidades (mantener un importante déficit exterior equivale a ello), antes o después hay que pagar la factura. Por otra parte, la persistencia de tipos de interés reales elevados en una economía de escaso desarrollo tecnológico es una incitación permanente a la especulación, y los ejemplos no faltan en los últimos tiempos. De todas estas cuestiones será necesario discutir en profundidad con los agentes sociales, ya que sin la ayuda de éstos el camino del ajuste será mucho más largo y penoso.

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