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El precio de la vulgarización

El régimen de Sofía puede pagar muy cara la asimilación forzada de la minoría turca

Bulgaria puede pagar muy cara la campaña de bulgarización de su minoría turca, la consiguiente violencia y emigración de posiblemente centenares de miles de sus ciudadanos musulmanes. Todos en Sofía parecen ser ya conscientes de ello. Las exhortaciones a "quedarse o regresar", siempre aceptando la eslavización de nombres y forma de vida, y la propaganda de los "patriotas búlgaros musulmanes" que permanecen en Bulgaria y no emigran al "infierno social" de Turquía están condenadas a tener poco efecto.

La falta de mano de obra, crónica en Bulgaria, se ha agudizado tanto en las últimas semanas que no hay importación de mano de obra barata de Vietnam que pueda compensarla. Numerosas industrias en el noreste del país están paralizadas desde hace semanas porque plantillas enteras de turcos han decidido emigrar a Turquía. Desde hace dos semanas los búlgaros se ven obligados a trabajar voluntariamente los sábados para compensar en alguna medida esta sangría continua de fuerza laboral.

Gran parte del campo búlgaro en las zonas habitadas por turcos, especialmente productivo, ha quedado abandonado, lo que a corto plazo afectará a un abastecimiento de alimentos cada vez más precario y aumentará el malestar de la población búlgara, harta de ineficacia, dogmatismo y privaciones.

Estas consecuencias de la política de cambio forzoso de nombres turcos que la población búlgara eslava desaprueba también aumentarán las tensiones entre turcos y eslavos, pero sobre todo incrementarán la indignación de la población búlgara con el anciano jefe del partido, Todor Yivkov, cuya habilidad en los últimos años parece limitarse a la liquidación de potenciales rivales. Aferrado al poder, Yivkov está obligando a Bulgaria a perder unos años preciosos en la necesaria reestructuración y corrección de los innumerables errores cometidos durante su mandato en el terreno de la economía, comenzando por la reforma, agrícola, de trágicas consecuencias para el suministro de alimentos a la población.

Apelaciones al patriotismo

Las apelaciones al patriotismo de los búlgaros para "luchar contra las maniobras de agentes externos e internos que quieren liquidar el socialismo" no arrancan sino una sonrisa cansina a la mayoría de la población. Los intentos del grupo en torno a Yivkov de frenar la apertura a Bulgaria, reprimiendo el movimiento ecologista del comité de protección de la ciudad de Russe y expulsando del país a miembros de la Asociación Independiente de Defensa de los Derechos Humanos y del Comité de Libertad Religiosa, no han hecho sino incrementar las presiones en favor del pluralismo y la democratización.

Los camareros, en diversos cafés céntricos de Sofía, llevan en los chalecos insignias con el retrato de Mijail Gorbachov en actitud casi desafiante. En el buró político, la polarización es cada vez mayor entre el grupo de Yivkov y Grisha Filipov y los miembros con mayores conexiones con Moscú, como son Dimitar Stoyanov, Dobir Dzurov y otros. Algunos reformistas están aún callados, Conscientes de que "Yivkov segará la cabeza del que se asome sin haber sido llamado por él", como dice un periodista búlgaro jubilado.

No obstante, en la Prensa búlgara el tono ha cambiado radicalmente. Si hace un año todo eran aún "conquistas y éxitos en la senda del socialismo", hoy los diarios califican de "dramático" el problema de la vivienda y citan "gravísimas deficiencias" en el plan estatal de producción. Éste no se cumple, como es habitual: la novedad es que se le comunica a la población un fracaso del que esta es más que consciente al ser su víctima.

Todas estas deficiencias crónicas se vuelven directamente contra Yivkov. Que éste sea tan osado como para intentar convencer a la población de que en Bulgaria la perestroika comenzó en un pleno del Comité Central del partido comunista, en abril de 1956, provocaría sólo hilaridad entre los búlgaros de no ser ellos los que sufren en su propia carne la obstinación del anciano líder por seguir en el poder y presentarse como "el perfecto comodín". "Con Stalin, estalinista; con Breznev, brezneviano, y ahora, con Gorbachov, resulta que él es el que inventó la perestroika. Este viejo no tiene vergüenza", dicen en Sofía.-

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