America, fábrica de jugadores
Las agónicas economías de países de tan rica tradición futbolística como Uruguay, Brasil y Argentina son un imposible dique de contención. Los mejores jugadores, aquellos que son portadores de la alegre pasión del deporte más querido y popular del continente, se marchan cada vez siendo más jóvenes y en más cantidad. Futbolistas en edad de ser proyectos encuentran abiertas las puertas de primeros equipos antes aún de completar su aprendizaje, antes aún de merecerlo. La materia la terminan de conocer mientras ejercen.Ante compañeros y adversarios expertos, y bajo la presión de un público que les exige sin preguntarles los años, se gradúan de hombre y futbolista. Apenas asomados al prestigio se marchan tras de una oferta y dejan una camiseta vacía para que otro adolescente comience un nuevo curso acelerado de adaptación.
Ese desordenado éxodo hacia cualquier parte en la que paguen mejor provoca el debilitamiento del espectáculo, pero es causa del milagro productivo. Bilardo, técnico de la selección argentina, lo dice así: "Siempre estamos empezando de nuevo, pero si Maradona y los demás se hubieran quedado en el país, hay dos generaciones de futbolistas que no le hubieran sentido ni el olor a la camiseta argentina". Antes del inicio de la Copa de América, esta selección llevaba contadas pérdidas en sólo seis años.
También Brasil siembra el mundo de futbolistas. Son 600 los que han saltado sus fronteras para engalanar el fútbol de territorios tan diversos como Centro américa o el mundo árabe.
Los elegidos, a Europa
Los países del continente europeo están reservados para contados elegidos, aunque Portugal es generosa madre patria que acoge en todas sus divisiones algo más de 200 hombres de la legión extranjera brasileña.
Mientras Portugal empieza a defenderse con restricciones legales que la convierten en una sucursal de la Confederación Brasileña, otros países abren sus puertas a la belleza útil que animan importantes campeonatos.
Romario aterrizó en el PSV Eindhoven cuando Holanda había disputado nueve partidos de liga. Aun así, al pequeño artilheiro le dio tiempo de ser máximo goleador del campeonato, con 19 tantos.
Otros brasileños también destacaron como goleadores en distintos territorios. Baltazar trepó hasta los 35 en España y Careca también marcó 19 goles en la difícil Liga italiana.
Lo de Uruguay es un desafío a la lógica estadística. Un país pequeño para las proporciones americanas (180.000 kilómetros cuadrados) y con menos de tres millones de habitantes ha ganado campeonatos olímpicos (dos), suramericanos (13), mundiales (dos) y ha despoblado un poco más el país vendiendo al extranjero 660 jugadores esta década. Hasta los milagros se pueden entender: "La explicación es una sola", dice un cuidado libro de la Asociación Uruguaya. "Antes de nacer, los uruguayos ya tienen comprada la pelota, aprenden a caminar yendo tras un balón para patearlo y dicen gol antes que mamá o papá".
La América pobre que vende barato talento futbolístico de alto nivel tiene estos días su lugar de encuentro en el exuberante Brasil. Se encuentran entre sí los 10 países miembros de la Confederación Suramericana y se encuentran a sí mismos célebres jugadores dispersos por el mundo.
Aquí la creatividad está enamorada de la técnica. Está el toque sutil, el tacto imposible, la viveza y la pierna fuerte desafiando el reglamento. Aquí está el fútbol suramericano en estado puro. Algunos protagonistas. ya ve, vienen de la rica Europa. Mire, ahí están también los argentinos Maradona, Burruchaga, Francescoli. Haga silencio, están bebiendo de las fuentes.
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