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Ganar perdiendo y perder ganando

Antonio Caño

Ganar perdiendo y perder ganando. Éstas son de las frases enigmáticas y, obviamente, contradictorias que caracterizan la enrevesada, grandiosa y complejísima política mexicana. Estas dos opciones se debaten hoy en la mente del presidente Carlos Salinas como las respuestas amorosas de los pétalos de una margarita.

Perdiendo en Michoacán y en Baja California, o en algunos de esos dos Estados, la imagen reformista de Carlos Salinas gana; ganando en ambos, aunque sea sin trampa, pierde, porque la oposición jamás reconocerá una victoria limpia de los candidatos del PRI. Por tanto, para ganar, Salinas, si gana, tiene que dejarse perder. Es decir, que si verdaderamente pierde, en realidad gana.

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Pero, además, para salir de este laberinto, Salinas tiene que luchar al mismo tiempo con las viejas formas de su partido y con la oposición. Salinas sabe que gana perdiendo, pero los dirigentes de su partido en Michoacán y Baja California, no. Ellos quieren ganar como sea. Al mismo tiempo, Salinas tiene que calcular que su posible derrota no sea un descalabro que eche por tierra su avance de popularidad.

En definitiva, Salinas está ante un verdadero dilema. Al ganar, gana el sistema y pierde su imagen; al perder, pierde el sistema y gana su imagen. Sólo la absoluta claridad de los resultados evitaría esta confusión.

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