40 grados y sin sombra
La estatua de don Álvaro de Bazán amenazaba con fundirse en cualquier momento. Bajo su mirada férrea, decenas de pegatinas con el lema "Nuestro alcalde siempre, Barranco" hacían las veces de incómodas viseras en las frentes de los congregados. El calor político elevó la temperatura por encima de los 40 grados en la plaza de la Villa. Y, como en los toros, había palos por conseguir sombra.
Hubo sudor, mucho sudor, y alguna que otra lágrima. Mucha, mucha policía municipal y sólo algún que otro agente del Cuerpo Nacional de Policía para aplacar los ánimos de los seguidores socialistas. No llegó a correr la sangre, pero tal y como estaban las cosas pudo haber pasado de todo.
La muchedumbre -poco más de medio millar de personas en su momento álgido- acudió para defender a su alcalde desde primeras horas de la mañana. Venían de Vallecas, de Villaverde, de Carabanchel, de Vicálvaro... Se dejaron las gargantas con gritos como "¡Que vote el pueblo!" o "Aunque gane, aunque pierda, Sahagún es una mierda".
Puño en alto
Las mujeres, como Teresa Cerrada, y los jubilados, como José Moral, eran mayoría absoluta. Afirmaban haber venido por iniciativa propia y negaban que estuvieran allí por encargo del PSOE. Pero levantaban el puño más alto que nadie al paso de concejales y dirigentes socialistas.Unos pedían calma, otros echaban más leña al fuego. Pasado el mediodía, un grupo de exaltados se enzarzó en un amago de pelea con seguidores del Partido Popular y del CDS. Poco después, dos diputadas regionales del PP, Carmen Álvarez Arenas y María Teresa de Lara, fueron zarandeadas por la multitud cuando pretendían abrirse hueco para entrar en el Ayuntamiento.
Pero el momento culminante vino cuando corrió la voz: "¡Está hablando Barranco!". Los petardazos de la traca llegaron entonces hasta el salón de plenos. El propio Barranco, todavía alcalde, volvió la cabeza con sorpresa hacia la ventana.
Afuera, sus seguidores quemaron una falla del oso y del madroño mientras lanzaban sus últimas proclamas de apoyo: "¡Barranco, amigo, el pueblo está contigo!".
Llegó el momento decisivo, y Barranco cedió el testigo a Rodríguez Sahagún. "Ya está hecho, ya le han echado", comentó entre sollozos una seguidora. La temperatura volvió a subir y el repertorio de la multitud venida a menos dio un último y desesperado giro: "¡Manos arriba, esto es un atraco!".
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