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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Juegos peligrosos

LAS ELECCIONES al Parlamento Europeo han tenido un efecto termómetro en el interior de la mayor parte de los países comunitarios: han indicado el nivel de popularidad de los Gobiernos, la aceptación de cada formación política y lo que puede esperarse de futuras consultas electorales. Puede decirse que, aun cuando los comicios habían sido convocados solamente para renovar la Cámara de Estrasburgo, las campañas, los programas, las discusiones y propuestas previas a ellos versaron casi exclusivamente sobre las situaciones políticas y económicas internas.Sin embargo, en Italia las elecciones han tenido matices particularmente europeos: por más del 85% de los votos, los ciudadanos han aprobado un referéndum pidiendo que el Parlamento de Estrasburgo sea dotado de poderes constitucionales para acelerar la marcha hacia la Europa política. Otro signo de europeísmo ha sido la abundancia de ciudadanos de otros países de la CE en las listas de candidatos; el caso más notable ha sido el de Maurice Duverger, un intelectual muy próximo a Mitterrand, elegido como independiente por el Partido Comunista Italiano.

Pero hay también en Italia muchas circunstancias en, las que los resultados de las elecciones europeas tendrán por sí solos efectos explosivos en la composición del Ejecutivo nacional. Desde hace semanas, Roma carece de Gobierno, tras la dimisión del primer ministro democristiano, De Mita, que presidía hasta entonces una coalición pentapartido en la que participaban los mismos socialistas. En el centro de la crisis se encuentra el líder de éstos, Craxi, que lleva años apostando por la defenestración electoral del partido comunista, por su liquidación a la francesa o a la española, para así reequilibrar la izquierda y presentarse como alternativa única frente a la Democracia Cristiana. Tras los comicios europeos la recomposición del Gobierno italiano -que ha dependido siempre de complicados equilibrios- es aún más difícil.

Al forzar la dimisión de De Mita, Craxi trabajaba sobre la hipótesis de vencer en las elecciones europeas, deshaciendo al partido comunista, erosionando ligeramente a la DC y llevando al país a un bipartidismo práctico. De este modo obligaría a la celebración en otoño de unas elecciones generales que pensaba ganar. Todo le ha salido al revés: en relación con las legislativas celebradas en Italia hace dos años, el pasado domingo en las europeas la Democracia Cristiana ha perdido casi dos puntos (su nivel más bajo desde 1948), el Partido Socialista Italiano no ha alcanzado siquiera el 15% que Craxi, antes de los comicios, consideraba como un fracaso, y el Partido Comunista Italiano de Occhetto, lejos de estrellarse, ha rozado el 28%, impensable hace sólo unos meses.

Craxi se ha equivocado sustancialmente en sus predicciones al aplicar una estrategia de división de la izquierda que ha producido resultados exactamente contrarios a los deseados. Por primera vez en la historia de la Italia de la posguerra el conglomerado de las izquierdas italianas (que incluye a socialistas, comunistas, verdes, republicanos, socialdemócratas y otras formaciones menores) ha alcanzado una mayoría hipotética del 53,8% en una elección de altísima tasa de participación. Podría ser, incluso, que hayan dado su voto a los comunistas muchos democristianos, algunos burgueses liberales y bastantes socialistas, conscientes de que el comunismo italiano se ha hecho socialista de la mano de Achille Occhetto. Por tanto, apostar -como lo ha hecho Craxi- por la división de la izquierda ha sido una táctica políticamente errónea que debe pagar. Ello no quiere decir que sea posible en lo inmediato un Gobierno de izquierdas en Italia, porque quienes integran tan amplio espectro no tienen la coherencia mínima necesaria para actuar de acuerdo. Además, los comicios europeos son menos comprometedores para los ciudadanos y, consiguientemente, posibilitan mayores alteraciones en la intención de voto que unas legislativas nacionales.

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