El último paso para la integración total en la CE

El ingreso de la peseta en el Sistema Monetario Europeo (SME) representa la entrada de España en el último de los mecanismos comunitarios en el que todavía no participaba. Pero la medida, aparte de lo que significa como acto de afirmación integradora en la CE, tiene una doble vertiente, económica y política.

La decisión del Gobierno se produce días antes de la cumbre de Madrid, en la que va a debatirse el inicio de la primera fase de la unión económica y monetaria. España aprovecha el semestre de su presidencia para hacer un gesto que muestra su disposición a un nuevo salto de la Comunidad, que va a requerir un nuevo tratado quizá de mayor calibre que el Acta Única. El momento elegido proporciona además un argumento al presidente del Gobierno en su visita a Londres para tratar de convencer hoy a Margaret Thatcher de la necesidad de adherirse a esta nueva reforma. El argumento de Felipe González es hacerle ver a la dama de hierro el peligro para el Reino Unido de quedarse aislado políticamente del resto de la CE.

Pero el ingreso en el SME va a tener decisivas consecuencias para la economía. El día elegido coincide con la incorporación de la peseta al cesto de monedas que componen el ECU (unidad de cuenta europea). Una medida ésta anunciada de antemano, cuyo único elemento de sorpresa es conocer la ponderación de nuestra moneda. Los ministros de Economía y Finanzas de la CE anunciarán hoy la nueva composición del ECU. La peseta pesará un 5%, o acaso alguna décima más, pero lo único novedoso es que bajará la ponderación del marco, hasta ahora el verdadero coloso dentro del ECU, a cuya cotización contribuye en un 34,93%, casi el doble que el franco francés y el triple que la libra esterlina.

La entrada de la peseta en el SME se produce 10 años después de que entrara en vigor este sistema de cambios. Para la Comisión Europea, esta decisión "dará estabilidad a la economía española y a la economía europea en su conjunto". Para España, según los expertos, refleja que la política económica da "prioridad absoluta a la contención de la inflación, aun a riesgo de poner en peligro el actual ritmo de crecimiento", situado en el doble de la media comunitaria.

Todavía el 23 de enero de este año, Carlos Solchaga había advertido en el Parlamento Europeo que para entrar en el SME era "necesaria una estrategía de mayor crecimiento en la Comunidad". El Sistema Monetario Europeo impone únicamente un sistema de cambios estables dentro de una reducida banda de fluctuación de las monedas. Pero esa exigencia lo ha convertido de hecho en una zona marco.

Los alemanes disponen de un elevado nivel de vida, escaso índice de paro y el mayor excedente comercial del mundo. La RFA ha antepuesto la estabilidad de su moneda y la no inflación al crecimiento. La fortaleza del marco ha obligado al resto de los países a imitarla para no romper el margen máximo del 2,25% de fluctuación. España ha logrado una banda del 6%, beneficio del que disfruta igualmente Italia, pero ha aceptado el objetivo de reducir la variación de la peseta al 2,25% "cuando la evolución de la economía lo permita".