Otro paso hacia Europa
POR SORPRESA, como deben tomarse estas decisiones para evitar la especulación, el Gobierno español aprobó ayer la entrada de la peseta en el Sistema Monetario Europeo (SME). Una vez cerrados los mercados de cambio el viernes por la tarde, y con el paréntesis del fin de semana, la peseta ingresará en Europa a partir del lunes por la puerta grande, con la banda ancha de fluctuación (el 6%, al igual que la lira italiana) y un tipo central de 65 pesetas el marco.Se trata, sin duda, de la decisión político-económica más significativa desde el ingreso de nuestro país en la Comunidad Europea, el 1 de enero de 1986, lo que hubiera hecho imprescindible un gran debate sobre las ventajas e inconvenientes que originará, que no ha existido. En un primer análisis no se puede desdeñar tanto el hecho de que el ingreso de la peseta en el SME se produzca justo al día siguiente de que las urnas hayan corroborado el apoyo mayoritario a la opción socialista que gobierna como el que se genere siendo España el país que preside la CE. La entrada en el SME tiene el efecto demostración de que ese espíritu europeísta de que ha hecho gala Felipe González en los seis meses al frente de la Comunidad no es teórico.
Dicho esto no hay que olvidar que una medida de la osadía que tiene la tomada ayer- tras consulta al comité de gobernadores de bancos centrales y al comité monetario que aglutina a los ministros de Economía de los países miembros- no se improvisa ni depende de resultados electorales. Resulta evidente que el anuncio de Carlos Solchaga, hace una semana, de que la peseta formaría parte del SME antes del 1 de julio de 1990 era premeditado, tenía como objetivo facilitar el ambiente, y las autoridades monetarias trabajaban a toda marcha para poner en práctica la disposición casi inmediatamente.
La medida aporta un mensaje de credibilidad sobre las intenciones de continuar por la senda de la política antiinflacionista, puesto que implica un manejo riguroso de los instrumentos de regulación coyuntural de la economía, en la que tienen un papel preponderante los tipos de interés. El principal argumento para que la peseta haya entrado en el SME consiste en la disciplina que el mecanismo de cambios impone a los países que participan en él, pero en ello radica también uno de sus principales inconvenientes, ya que, al pivotar de hecho el sistema sobre el marco alemán, los demás países deben alinear sus políticas económicas sobre la alemana, que prima la estabilidad sobre el crecimiento, lo que puede afectar al ritmo de creación de puestos de trabajo.
Además, la consolidación de la unión monetaria exige un flujo acrecentado de recursos financieros de los países ricos de la Comunidad hacia los más pobres, aunque de momento no exista compromiso alguno en este sentido, salvo el general, e insuficiente desde esta perspectiva, de doblar los fondos de ayuda regional de la CE.
La gran polémica que se suscitará a partir de ahora, y que debería haber sido previa, es la de si el momento elegido para la entrada en el SME es el mejor y si el tipo de cambio actual de la peseta es el más adecuado. En el Reino Unido, cuya moneda -la libra esterlina- no está integrada en el SME, acaba de conocerse un sondeo en el que el 93% de los más importantes industriales se muestra favorable a la incorporación al sistema; estos resultados han suministrado un fuerte apoyo al ministro de Hacienda, Nigel Lawson, en la discusión que sobre este tema mantiene con la primera ministra, Margaret Thatcher. En España, por el contrario, muchos empresarios, sobre todo los exportadores, consideran que muestra moneda debería haberse depreciado antes de dar este paso trascendental. Junto a ellos, hay voces críticas que pronostican que atar la peseta al carro del SME, donde la política restrictiva del Bundesbank (el banco central alemán) tiene un fuerte peso, se traducirá casi irremediablemente en una ralentización del crecimiento económico español.
La autoridad monetaria española ha rebatido estos argumentos defendiendo la idea de que lo más urgente es controlar el rebrote inflacionista que vive la economía española, paralela a la de otros países occidentales (la inflación acumulada en los últimos 12 meses es del 6,9%, según los datos del índice de precios al consumo que se publicó ayer), y que la inclusión de la peseta en el SME servirá para recortar estas expectativas de modo expeditivo. Las presiones alcistas de la peseta se verán, según estas tesis, contestadas automáticamente por el conjunto de bancos centrales europeos, los tipos de interés tenderán a la baja, y si se mantiene cierto equilibrio, el ritmo de crecimiento del empleo podrá mantenerse. La realidad dará la razón a unos o a otros a partir del lunes.
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