Como los chorros del oro
La playa de El Sardinero, junto a la Concha, Benidorm. y Calvià, premiadas entre las más limpias del mundo
Antes de que lleguen las primeras oleadas de bañistas se ha celebrado una ceremonia sin precedentes en la historia de El Sardinero: ayer a mediodía, en la plaza de Italia, próxima a la playa, se izó con toda solemnidad una gran bandera blanca que lleva el emblema del globo terráqueo en colores azul y verde, y que acredita los famosos arenales como los más limpios del mundo. La distinción ha sido concedida por la fundación inglesa Mundo Limpio, que ha premiado a otras tres playas españolas, la Concha donostiarra, Benidorm y Calvià, en Mallorca.
1.100 millones ha invertido en los últimos años el Ayuntamiento de Santander en regenerar las aguas que bañan el Sardinero; esto es, desviar mediante lo que técnicamente se llama un emisario, un gran tubo construido a mar abierto, los líquidos residuales que antes se vertían en el Sardinero y la Magdalena. A esto hay que agregar el aseo y la pulcritud de sus arenas.Manuel Huerta, el alcalde, asegura que aunque la contribución de la naturaleza ha sido capital, el Sardinero (142.212 metros cuadrados de superficie entre sus dos principales playas) no estaría en tan perfecto estado de revista si de aquí al último día de año sus arenas no fuesen cribadas, aireadas y aseadas cada 24 horas por máquinas especiales que introducen sus aspas hasta 35 centímetros de profundidad y dejan a la acción bacteriológica del sol la tarea de hacer más aséptica aún la tierra. Así que, otra vez este verano, las playas de Santander se encontrarán tan oxigenadas como las mejores del mundo que han recibido idéntico galardón: Honolulu (Hawai), Varadero (Cuba), Niza (Francia) y la brasileña Copacabana.
Famoso hoy en todo el mundo turístico, la verdad es que los santanderinos descubrieron El Sardinero hace sólo 150 años. Era por entonces un paisaje bastante inhóspito, cuando el Ayuntamiento, en 1845, hizo una inversión de 32.000 reales para abrir un camino de acceso partiendo del paseo del Alta, a fin de que los ciudadanos (por entonces apenas 30.000) pudieran alcanzar los tonificantes baños de ola. Treinta años más tarde, entre grupos de bañistas abrigados con verdaderos sacos desde el cuello hasta los pies y agarrados a sólidas maromas -Campoamor, Pérez Galdás y Echegaray, entre otras celebridades de la época- descubrían aquellos espaciosos arenales ante los cuales acababa de abrir sus puertas la primera fonda, de una sola planta, ambicioso proyecto que requirió la fundación de una sociedad por acciones.
Poblado por unos 190.000 habitantes, Santander puede hoy presumir legítimamente de tener casi metro y medio de arena por habitante. Es decir, 264.184 metros cuadrados de playas dentro del casco urbano.
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